Marcos Díez: Desguace
El Desguace del que habla Marcos Díez, en el título de su poemario, es el desguace que sufre nuestra realidad cuando nos abandonamos a las palabras, a su ritmo y a sus significados:
El Desguace del que habla Marcos Díez, en el título de su poemario, es el desguace que sufre nuestra realidad cuando nos abandonamos a las palabras, a su ritmo y a sus significados:
No volveré a ser joven.
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan solo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
Cuando el discurso tiene como origen no solo la inteligencia, sino también el corazón del que habla, el mensaje llega al lector de una manera más nítida, más humana: y eso, al fin, es cuanto pretende el autor y desea el buen lector. Se trata de que a éste se le trate con la consideración debida, con amistad y respeto, con sosiego y argumentos que validen todo aquello de la vida que nos confiere proximidad, entendimiento, y no palabrería innecesaria.
Después de quince años de probarse en otros géneros como el teatro, el haiku o la traducción, Valentín Carcelén (Albacete, 1964) regresa a la poesía. Lo hace cambiado, como no podía ser menos, elaborando más la meditación que en libros anteriores
Juan Antonio González Iglesias (Salamanca, 1964) ahonda en el estilo que le caracteriza, una poesía que finge ser ensayo y que sin embargo es pasión, que parece rasear con frases reflexivas pero que vuela con el esplendor relajado de las águilas.
«Seremos / el ciervo atropellado / junto a la carretera».
El día 9 de diciembre de 2019, Suso Sudón lanza su primera antología. El autor de poemas como Sólo los locos, El infinito tatuado o Valiente, reúne en este libro textos de sus seis poemarios autopublicados. Con “El mundo necesita poesía” entra por primera vez en el mundo editorial tras dieciséis años de trabajo
En “Quiero oírte decir mi nombre” el yo poético se vive y transcurre no a través del tiempo, sino de la emoción, el amor y la aguda conciencia del mundo en el que vive, del cual, como dijera Terencio, nada de lo humano le es ajeno.