Que Stephen King ya se ha ganado el estatus de poder escribir lo que a él le dé la gana, resulta ya redundante a estas alturas. Y es que el denominado «Rey del Terror» nunca se ha limitado a este género. Cierto que sus obras donde el escalofrío recorre nuestra espalda mientras las leemos son, quizás, las más significativas de su amplia carrera, pero no es este el género al que se ha limitado a crear este genio de pluma incontinente.
Tal vez en su prolífica carrera el tema del susto ha sido el que ha germinado en nuestro pensamiento colectivo, incluso en aquel que nunca ha cogido un libro de este autor. Pero recordemos que ha repasado casi todos los géneros, desde el drama carcelario, la ciencia ficción y la fantasía, pasando incluso por la novela negra, recordemos la reciente «Billy Summers». Yo más que un escritor especialista en terror lo catalogaría de especialista en la psique humana. Y es que incluso cuando de terror hablamos, lo que aborda son nuestros propios miedos internos, ya sean creados por nuestra propia mente, como por aquella de los que nos rodean. No creo que haya autor más experto en eso de hacernos recapacitar en la fuente misma de nuestros propios fantasmas.
Aquí King vuelve a hacer lo que se le da mejor, escribir sobre lo que le apetece, y esta vez le ha apetecido brindar un homenaje a los cuentos de hadas tradicionales. Hecho que reitera más de una vez en labios de su propio protagonista, Charlie Reade. Un adolescente marcado por la muerte de su madre a causa de un atropello. A raíz de este hecho traumático, su padre se cobijó en la bebida, por la que el joven Charlie tuvo que aprender a cuidar de sí mismo siendo un niño. Aun así, su padre y él consiguieron salir adelante, y formar, a su modo, una familia feliz. Ahora no se diferencia de cualquier otro chico de su instituto, buen estudiante y deportista. Un día, volviendo de clase, se encuentra envuelto en un acontecimiento que desembocará en amistad con un huraño anciano y su perra. Esta relación le deparará más de una sorpresa y un descubrimiento, relacionado con un misterioso cobertizo, que lo hará creer en lo increíble, y provocará que su transición de la adolescencia a la edad adulta sea tan abrupta como fantástica.
En la primera parte de esta abultada novela, de ochocientas cincuenta páginas, King reincide en lo que ya va siendo una pauta en su bibliografía: la relación que se va fraguando entre un adolescente y un anciano misántropo de carácter acerbo. Siendo esta primera mitad una historia convencional y mundana en la que vamos conociendo a nuestros protagonistas y su inquietudes. Pero a medida que avanza la trama, King demuestra su talento a ir introduciéndonos en una historia que de otra manera no parecería creíble e incluso podría parecer forzada, pero no es así. Ya nos ha atrapado con su aparente cotidianidad, e irremisiblemente nos conduce a su terreno, sin hacer que nos cuestionemos lo más inverosímil y lo tomemos como algo extraordinario, pero no imposible. Que nadie se deje amedrantar por el grosor del libro, —esto no va dirigido a los seguidores incondicionales del escritor, que están acostumbrados— ya que resulta una lectura de lo más amena, e iremos pasando hojas sin darnos cuenta gracias a la forma adictiva que tiene de narrar.
Aquí realiza un homenaje muy particular a aquellos cuentos de hadas que nos contaron, leímos y acompañaron en nuestra niñez, pero reitera que esos cuentos no eran tan edulcorados como Disney nos hacía creer. Esos cuentos no eran tan infantiles, y sus moralejas resultaban más contundentes por la crudeza de los castigos que sufrían los malvados, y los no tanto. Incluso los personajes bondadosos de esos cuentos conocían la ira como resultado a las propias consecuencias de sus anhelos. No hay más que indagar en las obras originales de los hermanos Grimm, Christian Andersen o Perrault.
Esta novela puede que se aleje de la propia bibliografía del autor. Quizás al trabajo que más se le aproxime es a la saga de «La Torre Oscura», en la cual quiso homenajear a Tolkien, confesado por el propio King. Y en «Cuento de hadas», recuerda más a la mano del genial Neil Gaiman que a la del propio escritor. A mí, particularmente, me ha recordado mucho a «Neverwhere», de este autor. Es por ello que este libro no solo es recomendable para todo seguidor de Stephen King, este libro gustará a aquel aficionado a la fantasía que incluso nunca se haya adentrado en la obra del autor.