Stephen King es de sobras conocido, tanto por su seguidores como los que no lo siguen, incluso por lo que no han cogido un libro en su vida ni para calzar una mesa. Es uno de los autores más mediáticos y adaptados al cine y televisión. Por aquellos que no han indagado mucho en su obra, se sorprenderían al enterarse de que es el autor de obras que no sospechan, ya que se suele vincular a este autor con el terror. Que sí, que la mayoría de su trabajo está unido a este género, pero entre sus novelas también se encuentran géneros tan diversos como el drama, la ciencia ficción, y como en la que nos ocupa hoy, el noir o novela negra.
King nos sumerge en la historia de Billy, un condecorado francotirador y excombatiente en la guerra de Irak, reconvertido en asesino a sueldo. Eso sí, acepta sus encargos siempre y cuando el desafortunado destinatario de sus balas sea mala persona. Un sicario dotado de un cinismo del cual es consciente, ya que él mismo sabe que lo que hace lo convierte a él mismo en mala persona, por mucho que esos objetivos se merezcan que sus sesos terminen decorando una pared.
No muy convencido, decide aceptar un último trabajo, cuya paga hará posible pasarse el resto de su vida tumbado en una playa tomando daikiris. Pero el tiempo que ha de esperar para realizar el encargo, y el rol como escritor que ha de encarnar como tapadera, aparte de no darle buena espina, le hará replantearse muchas cosas.
Aquí el maestro del terror prescinde precisamente del elemento que le dio este sobrenombre. En esta novela se limita a narrarnos un thiller sin elementos sobrenaturales —a excepción de un pequeñisimo homenaje a un hotel muy resplandeciente—, recordándonos bastante a otra obra muy similar dentro de su bibliografía: la primera entrega de “Mr. Mercedes”.
Pero como todos sabemos que Stephen King es un genio, lo que podría ser una novela negra al uso en la pluma de cualquier otro autor, aquí lo que realiza King es una oda a la literatura y a su amor por esto de escribir. Ya en dos mil publicó “Mientras escribo”, una suerte de autobiografía donde reiteraba su pasión por la escritura, en la que añadía una guía con consejos para las personas que quieren dedicarse a esto de aporrear teclados. En “Billy Summers” entrelaza la historia principal, con la narración autobiográfica del protagonista, que va plasmándola mientras espera a que llegue el momento de cegar una última vida.
Es magistral la forma que tiene de conjugar ambas narraciones. La biografía del protagonista, que otro autor hubiera resuelto en pocas páginas, King nos la transmite a través del propio personaje. Cambiando el tipo de fuente y pasando al narrador en primera persona, vamos descubriendo como Billy llegó a ser la persona que es ahora, a la vez que utiliza este recurso para transmitirnos que la escritura sigue siendo para él algo mágico y que ama aun después de tantos años y libros publicados. Aparte de trasladarnos esto a través del texto que compone Summers, introduce de forma sutil consejos a la hora de afrontar dicha escritura en pasajes que el autor ficticio “ha oído o leído en algún otro sitio”. Aparte de estos sutiles matices, la columna vertebral del libro sigue siendo la historia, bastante sólida, del último encargo de Summers y sus trágicas consecuencias.
No sé si con la edad Stephen King se ha ido dulcificando, pero ya en sus últimos trabajos he notado como prescinde de algunos detalles escabrosos, tan presentes en trabajos más pretéritos. Al lector que no es incondicional de este autor, le sorprenderá leer algo más amable de lo que nos tiene acostumbrados, pero para los que seguimos su carrera sí reconocemos al escritor terrorífico que escribió “El Resplandor”, “It”, “Cujo”, Cementerio de animales”… pero que también nos conmovió con relatos como “El cuerpo”, “Rita Hayworth y la redención de Shawshank” (cuentos en los que se basaron las películas “Cuenta conmigo” y “Cadena Perpetua” respectivamente) o “La milla verde”.
Novela de las de más de seiscientas páginas que se leen muy rápido gracias a su emocionante trama que no decae en ningún momento. Pero que entre líneas se entrevé un bonito homenaje a la magia que se siente a la hora de tejer una historia desde la nada, haciendo posible lo imposible.