Nadie en esa tierra era inocente. Nadie olvidaba. Nadie perdonaba.

«Un escritor que ama y domina el oficio como pocos en este país.»CÉSAR PÉREZ GELLIDA 

La novela negra que todos esperábamos de Víctor del Árbol.

Nadie en esa tierra era inocente.

Nadie olvidaba. Nadie perdonaba. 

«A los trece años maté a la primera de mis víctimas. Podría justificarme diciendo que se lo merecía, como todos los que vendrían después, pero el merecimiento es subjetivo. La respuesta a por qué hago lo que hago es mucho más sencilla: se me da bien hacerlo. Podría habérseme dado bien escribir y sería escritor, cantar y sería cantante, o hacer ceniceros de barro y tener contenta a mi madre, que los coleccionaba. Pero mato a gente por dinero y en ello he encontrado mi modo de estar en el mundo.»

Maestro consumado del género negro y el thriller, con títulos aclamados en el extranjero como La tristeza del samurái (2012) y Un millón de gotas (2015), entre otros, Víctor del Árbol es además un agudo observador de la naturaleza humana y un pertinaz psicólogo que pone a prueba a sus personajes llevándolos a situaciones límite. Eso es lo que ocurre con el inspector Julián Leal en su nueva novela Nadie en esta tierra, para conducir al lector de forma vertiginosa a través de una trama sin respiro hacia lugares que lo obligan a reflexionar sobre la banalidad del mal y los dilemas morales que surgen al enfrentarlo, sobre la lealtad y la traición, sobre la enfermedad y nuestra condición mortal, sobre la amistad. Víctor del Árbol nos pregunta, en última instancia, si estamos dispuestos a ser héroes —cuando ser un héroe es, simplemente, hacer lo correcto— y a pagar el precio por ello.

¿Hasta dónde está dispuesta una persona a llegar para hacer justicia? Justicia cuando hay que enfrentarse a aquellos que harán lo necesario para ser parte de la fraternidad de los intocables.

Esa es sin duda la cuestión de fondo, la naturaleza del Poder y el coraje para enfrentarse a quienes lo corrompen, que plantea Víctor de Árbol de un modo sutil en una narración rompedora, efectiva e innovadora, que traspasa los límites del género; tan logrado como revelador y efectivo. Una narración en dos tiempos, en contrapunto. Dos narradores que nos muestran diferentes visiones de los mismos hechos, un duelo tenso de puntos de vista. Y un viaje físico y mental. Por un lado, Barcelona en 2005, en la que trascurre la mayor parte de la acción, y por el otro, una aldea de la costa gallega en 1975, cuando el futuro inspector asiste de niño al traumático incendio de su casa y al probable y jamás esclarecido asesinato de su padre. Cuando todo está perdido, solo nos queda llegar a la verdad.