Unido necesariamente a un discurso rico en lenguaje y de un valor emotivo indudable en toda su obra, su literatura dramática representa muy fielmente lo que ha sido la trayectoria artística de Valle. Y en tal consideración cabría decir que, aquí, el lenguaje se enriquece en lo innovador, y la temática (trágica y cómica, romántica y de carácter social, política y en cierto sentido religiosa en lo que tiene de evocación) abundan para considerar a este autor como un referente inexcusable dentro del teatro español contemporáneo.
En el tomo que ahora nos presenta –siempre en cuidada edición- la Fundación Castro encontraremos los títulos más representativos de su catálogo: ‘El marqués de Bradomín’, ‘Romance de lobos’ (en cuyo argumento quiso ver en su día un reputado crítico las relaciones familiares subterráneas de alguna familia gallega) o ‘Cara de plata’, por citar algunas
Al tiempo, tal como se nos advierte oportunamente en la presentación, en este volumen se reúnen obras en prosa y en verso que abarcan los quince primeros años de su labor como dramaturgo y concluyen con la llamada ‘crisis teatral’ de 1914, que habría de apartar al autor de los circuitos comerciales a raíz de su ruptura con las compañías más importantes del país.
La muestra es amplia, y no estaría de más advertir, a propósito de dicho contenido del volumen, cómo, tras las Comedias Bárbaras (‘Cara de plata’, Águila de blasón’, ‘Romance de lobos’) concluye el tomo con el teatro poético publicado entre 1910 y 1914, que se inicia con el simbolismo de ‘Cuento de Abril’, continúa con las tragedias ‘El embrujado’ y ‘Voces de gesta’ para terminar con farsas como ‘La marquesa Rosalinda’, que marcan la transición hacia unas formas nuevas donde se siente el peso de lo grotesco y la caricatura.
En cuanto a la posibilidad de señalar dónde podría situarse la querencia del autor por el género teatral, se señala que “hay que remontarse unos años para descubrir dónde arranca esta querencia: primero con su afición juvenil por Echegaray y el Tenorio, y, tiempo después, afianzándose al frecuentar los ambientes teatrales madrileños; a lo que se añade su reconocida deuda con Shakespeare y su matrimonio en 1907 con la actriz Josefina Blanco”
Una muestra más, al fin, este tomo, de la capacidad observadora del autor hacia la realidad más inmediata y bullente, siempre desarrollados sus argumentos en unos diálogos que, por su ritmo y versatilidad, llevan de inmediato al espectador a una disposición de ánimo donde la sinergia con el tema se propicia sin obstáculos, lo que ha sido motivo de que, todavía a día de hoy, si bien algunos de sus temas (sobre todo los de carácter más románticos) habrán quedado un tanto desplazados de la realidad, otros continúan siendo de vivo interés, al tiempo que se perpetúa esa brillantez donde eficacia de lenguaje y el ritmo dramático aportan un interés renovado a sus obras.
Por Ricardo Martínez-Conde