Por: Andrés F. Roa. Su trabajo como mentor y conferencista lo llevó a escribir el libro El Códice Neshamá, que ahora presenta a consideración de los lectores. Una obra que tiene sabor a antigüedad y siglo XXI a través de manuscritos atemporales. La sabiduría en constante presente. En esta entrevista, entre otros temas, Quini Amores dice: “Si alguien encuentra El Códice Neshamá en un banco y lo abre al azar, no está eligiendo una página: la página lo elige a él”. Pregunta: – ¿Por qué es importante leer «El Códice Neshamá»? Respuesta: – Leer despierta sentidos que a menudo tenemos adormecidos. Cuando leemos, imaginamos, sentimos, respiramos diferente. La lectura nos ancla en el presente, y no es casual que al estar “aquí y ahora” se le llame presente, porque es, literalmente, un regalo. Leer es, en sí mismo, un acto de conciencia. Pero claro, todo depende del libro… y de lo que el lector busque. Si una persona solo busca entretenerse o evadirse, El Códice Neshamá no va a ser importante para ella. Pero si es alguien que se ha hecho preguntas como “¿Quién soy?”, “¿Por qué me siento desconectado?”, “¿Qué sentido tiene todo esto?”, “¿Cómo puedo mejorar mi experiencia de vida?”, entonces sí: la lectura de El Códice Neshamá se vuelve esencial. Porque El Códice Neshamá no busca distraerte del mundo, sino reconectarte con tu verdad. Es una guía iniciática que te conduce a recordar quién eres, a elevar tu energía, a integrar prácticas transformadoras que alinean mente, cuerpo y espíritu, y a manifestar conscientemente la vida que tu alma anhela vivir. La promesa del libro es clara: descubrir el poder interno que transformará tu vida. No desde la teoría, sino desde la experiencia de quien recorrió el camino, cayó, se levantó y decidió convertir esa travesía en enseñanza. Vivimos tiempos donde tener tu atención es un bien muy valioso para quienes intentan dirigir tu vida para que vivas con limitaciones. Este libro muestra el camino inverso: volver la mirada hacia adentro, hacia ese lugar donde reside la verdad que no envejece, y donde puedes volver a ser tú quien toma el timón. Por eso su lectura es importante para quienes sienten que hay algo más; para los buscadores de las verdades que rigen nuestra experiencia de vida. Y porque, quien lo lee, no termina el libro… el libro lo termina a él, transformándolo. P: – ¿Qué le diría a alguien confundido ante la realidad? R: – Le diría que no se preocupe. Todos, en algún momento de nuestra vida —o de nuestras vidas—, hemos estado confundidos ante lo que llamamos “realidad”. Yo también lo estuve. Y lo más importante es eso: reconocer la confusión, porque ese reconocimiento es el primer paso hacia la claridad. Cuando tomas conciencia de esa confusión, comienzas a comprender que la realidad no es algo fijo ni universal: es una percepción moldeada por tus creencias, por tu entorno, por lo que viste, escuchaste y aprendiste desde pequeño. Cada persona no ve el mundo como es, sino como es por dentro. Y lo más revelador: la mayoría de las personas no son como realmente quieren ser, sino como han sido moldeadas para ser. Por su familia, por la cultura, por la sociedad, por un sistema que enseña a obedecer, a apagarse y no a descubrirse y brillar. Por eso, cuando alguien se siente perdido, lo primero que necesita no es entender el mundo… sino entenderse a sí mismo. El caos externo suele ser solo un reflejo del desorden interno. Vivimos rodeados de ruido, de narrativas que compiten por nuestra atención, pero la confusión no se disuelve acumulando más información, sino encontrando silencio dentro de uno mismo. En ese silencio, la mente se calma, el alma habla y la verdad aparece sin esfuerzo. A veces la confusión no es un castigo, sino una invitación. Una forma en la que la vida te dice: «Has vivido demasiado desde fuera, es hora de regresar a ti.» Cuando cambias al observador, cambia lo observado. Y entonces, la realidad deja de ser una carga… y se convierte en maestra. P: – ¿Qué contienen los manuscritos que integran su libro? R: – Cada manuscrito es una etapa de un viaje interior. El Códice Neshamá no se estructura como un libro convencional, sino como una experiencia de iniciación. Cada parte representa una llave, una frecuencia, una expansión de conciencia. El primer manuscrito titulado: Preparando el terreno interior, enseña a mirar dentro de uno mismo. Habla de la mente, de las creencias, de los paradigmas heredados, de todo aquello que —sin darnos cuenta— ha moldeado quiénes somos y cómo interpretamos el mundo. Es el inicio de la limpieza interior, el momento en que el lector comprende que la transformación no comienza con lo que hace, sino con lo que se ES, que se genera a través de lo que piensa y siente la mayor parte del tiempo. Es preparar la tierra antes de sembrar. Y para eso se necesita de verdad, porque la verdad nos hace libres, si aplicamos la verdad, según mi opinión. El segundo manuscrito, Sembrando ingenierías internas, ofrece un viaje más profundo: Me refiero a ingenierías del alma, códigos antiguos de sabiduría ancestral, que todo ser humano necesita para ajustarse, alinearse e incluso repararse para alcanzar su mejor versión. Estas “ingenierías” actúan como semillas vivas que, una vez integradas, comienzan a dar fruto en la vida del lector: más paz, más coherencia, más poder personal. Y el tercer manuscrito, El sendero para la victoria, es el momento del florecimiento. Aquí el lector comprende que la manifestación no es magia, sino consecuencia natural de la alineación entre mente, emoción y espíritu. Es decir: Congruencia. Es el tramo donde se revela la fórmula de la victoria interior y se abren dos caminos complementarios: La Ciencia para la Victoria —un método práctico para integrar la grandeza espiritual en la vida cotidiana— que además incluye El Ritual de los Sueños, una experiencia transformadora que ayuda a reconectar con la verdadera misión del alma. En conjunto, los tres manuscritos forman un sendero vivo que se despliega dentro del lector. Primero prepara, luego siembra y finalmente recoge. Y lo más hermoso es que, una vez recorrido, el libro deja de ser un texto… y se convierte en un espejo del alma. P: – ¿Mentor por vocación o por aprendizaje? R: – Primero por aprendizaje… y luego por vocación. Creo que la definición más honesta de un mentor es la de alguien que ya ha recorrido el camino y puede ayudarte a recorrerlo sin que tengas que pasar por todos los obstáculos o invertir los mismos años que él invirtió. Mi camino comenzó desde la pérdida. Hubo un momento en mi vida en el que lo perdí todo: la estabilidad, la dirección, el propósito. Me había perdido a mí mismo. Y cuando no quedó nada fuera, tuve que reconstruirme por dentro. En ese proceso accedí a maestros espirituales, mentores y guías que me ayudaron a recordar el poder que siempre había habitado en mí, pero que yo había olvidado. Tuve la información correcta, pero, sobre todo, la viví. Y ahí comprendí que ningún conocimiento transforma por sí mismo; solo la experiencia lo hace. No se puede transformar desde la teoría, solo desde lo vivido, desde lo que ha dado resultado en la vida real. A partir de ahí nació en mí la necesidad de compartir con otros lo que me había funcionado. Pero fue una consecuencia natural: cuando atraviesas tu propia oscuridad, puedes ayudar a otros a encontrar su luz. Y con el tiempo comprendí que ese era mi propósito. La vocación llegó después del aprendizaje, como una semilla que brota una vez que la tierra está preparada. Y eso me llevó a viajar a más de 30 países, y a dar conferencias a más de 200.000 personas en este tiempo Y hay algo que siempre repito porque lo viví en carne propia: “Cuando eliges tu mentor, decides tu futuro.” P: – ¿Quién era Quini Amores cuando no se dedicaba al auto descubrimiento? R: – Siempre he sido yo. Más allá del nombre, de la profesión o de las etiquetas, siempre he sentido que no era “eso” que el mundo decía que debía ser. Desde muy joven supe, aunque no sabía explicarlo, que soy un ser espiritual viviendo una experiencia humana, y que la verdadera tarea no era buscar quién ser, sino recordar quién soy. Quienes me conocen dicen que soy un soñador. Y lo soy. Desde niño cuestioné todo lo que no tenía sentido común. A los 14 años cambié la televisión por los libros, porque intuía que la verdad había que buscarla… y que no se encontraba en los lugares donde todos miraban. Durante mucho tiempo, sin embargo, busqué fuera lo que solo podía encontrar dentro. Me dejé arrastrar por esa corriente que te repite: “Estudia, trabaja, consigue un empleo, alcanza el éxito… y serás feliz.” Lo intenté, y terminé atrapado en esa rueda. Hasta que la vida —con la forma de una quiebra económica y emocional— me obligó a detenerme. Esa caída fue mi inicio. Ahí comencé a aprender de quienes realmente tenían los resultados que yo buscaba. A formarme con mentores, a leer los libros correctos y, sobre todo, a aprender a quién escuchar. Comprendí que no debía seguir los consejos de quienes no habían logrado lo que yo quería lograr. Dejé de construir un personaje y comencé a recordar mi esencia. Empecé a vivir desde la verdad, no desde el miedo. Y descubrí que cada crisis que había maldecido, en realidad, me estaba empujando a recordar quien realmente soy. Hoy puedo decir que sigo siendo el mismo soñador, porque creo en la magia de los sueños que te impulsan a ser tu mejor versión para que se conviertan en realidad. P: – Un ejemplar de su libro hallado en el banco de una calle, alguien lo abre en una página cualquiera. ¿Un acto semejante contiene un mensaje o es casual? R: – Seguramente, años atrás te hubiera dicho que es una casualidad. Pero comprendiendo las leyes que rigen nuestro universo —como la ley de causa y efecto—, hoy sé que nada es casual. Todo ocurre por una razón, aunque muchas veces no podamos verla en el momento. Cuando algo o alguien llega a tu vida en el instante exacto en que lo necesitas, no es coincidencia: es una sincronicidad. Una cita que el alma había pactado antes de que la mente la entendiera. Si alguien encuentra El Códice Neshamá en un banco y lo abre al azar, no está eligiendo una página: la página lo elige a él. Cada palabra tiene su frecuencia y su momento. Y cuando el lector y el mensaje coinciden, ocurre lo que yo llamo un guiño del universo. He recibido muchos testimonios de personas que se cruzaron con el libro de forma inesperada, en un momento decisivo de su vida. Y todas me dicen lo mismo: “Sentí que el libro me estaba esperando.” En la creación todo tiene una intención, sea consciente o de forma inconsciente Y cuando un libro nace desde esa intención, deja de pertenecer a quien lo escribió y empieza a tener vida propia. Por eso, si alguien lo encuentra en la calle, no lo ha encontrado: lo ha reconocido. Quizás esa página, esa frase o esa palabra sean la llave que su alma necesitaba abrir en ese preciso instante. P: – ¿Europa perdió la fe en algo más allá de lo material? R: – Esa es una gran pregunta, gracias por hacerla. En mi opinión, la fe no puede perderse en algo más allá de lo material. Cuando nos vamos a dormir cada noche, tenemos fe en que despertaremos por la mañana. Cuando sembramos una semilla, tenemos fe en que brotará. La fe más allá de lo material, no ha desaparecido, solo ha cambiado de dirección. Durante siglos, Europa fue manipulada para depositar la fe en un dios creado por las religiones, no en lo divino ni en la creación misma. Con el tiempo, muchas personas, al ver la incongruencia entre los dogmas y la verdad interior, comenzaron a desplazar esa fe hacia la ciencia, hacia la razón, hacia lo material. Y esa transición ha sido necesaria, porque hoy la fe está regresando a su origen: la conexión con el alma. Afortunadamente, la fe ha migrado desde los templos y las doctrinas hacia la búsqueda interior, hacia la experiencia directa con la divinidad que habita en cada ser humano y lo material es a fin de cuentas parte de la creación, el resultado de lo que crees. Seguramente ya no se reza tanto por condicionamientos externos, pero se medita más por necesidad interna. Las nuevas generaciones han comprendido, por fin, que la fe no pertenece a una religión. La fe es algo innato en esta experiencia humana: es la energía invisible que sostiene la vida. Y cuanto más se desarrolla esa fe —no la fe impuesta, sino la fe sentida—, más plena y consciente se vuelve nuestra existencia. Europa no ha perdido la fe. Simplemente está en una transición, aprendiendo a enfocarla hacia la verdad. P: – ¿En lo invisible usted encuentra claves para la vida? R: – Hoy, puedo responder: sin duda. Todo se crea dos veces: primero en el mundo interior, en lo invisible, y luego en el mundo físico, en lo visible. Una idea, un pensamiento, una emoción, un sueño… antes de convertirse en materia, se gestan en un plano que no se ve, pero sí se siente. Lo invisible no es un lugar místico ni una teoría abstracta: es el campo donde todo se origina. Cada pensamiento emite una frecuencia, cada palabra genera una vibración, y cada emoción da forma a la realidad que después experimentamos. Comprender esto cambia por completo la manera en la que vives. Dejas de sentirte víctima de las circunstancias para reconocer que eres parte activa de la creación. El universo no responde a lo que dices que quieres, sino a lo que realmente sientes y crees en tu interior. Ahí, en lo invisible, está la verdadera causa de todo lo visible. P: – ¿Qué le diría a alguien que solo confía en lo que ve? R: – Le diría que primero leyera El Principito. Quizás no lo hizo en su infancia… o no lo comprendió entonces. En esa obra maestra, Saint-Exupéry escribió una verdad eterna: “Lo esencial es invisible a los ojos.” El amor no se ve, pero se siente. La fe no se ve, pero sostiene. El aire no se ve, pero da vida. La energía que mueve el universo tampoco se ve, pero nos conecta a todos. Y la gratitud que tengo hacia El Placer de la Lectura, por ofrecer este espacio y tanto valor a las personas, no se ve, pero lo siento en mi corazón. Solo cuando aprendes a mirar con los ojos del alma, descubres que lo invisible no es ausencia… es el origen de todo. |