El libro es un ensayo filosófico, un interesante ejercicio de comparación entre la obra de esos dos escritores que, desde otros puntos de vista, son tan disímiles. Porque, a primera vista, “Alicia en el país de las Maravillas” no parece tener muchos puntos comunes con “El Proceso”. Y sin embargo, Ventura Galiano analiza, compara, busca otras opiniones, y va extrayendo a través de cartas, memorias, textos ajenos, y el análisis detallado de la obra de cada uno de los dos autores, consiguiendo poner en claro algunas ideas, conceptos que quizá no habían sido mirados desde ese ángulo, lo cual le da un toque personal y un mérito propio, en un autor que, si bien no procede del contexto filosófico, nos ofrece la prueba de que ha leído a los filósofos.
Mientras Lewis Carroll usa un seudónimo tras el que se esconde Charles Ludwitge Dodgson desarrollando una doble actividad literaria y científica, Kafka no lo necesita: “mi novela soy yo”, afirma, a modo flaubertiano. También Kafka lleva una doble vida: su trabajo como oscuro oficinista y la actividad literaria. Sin embargo, mientras la vida de Kafka es amarga y atormentada, no parece serlo la de Carroll, que introduce el humor y juega más con las palabras.
Así, partimos de una detallada mirada sobre las vidas de ambos, que ocupa la primera mitad del libro, mientras que la segunda se sumerge de lleno en el proceloso mar de los conceptos filosóficos: sinsentido y absurdo, los sueños versus la realidad, los laberintos, la identidad, el nominalismo, los juegos y el poder del lenguaje, la distorsión de la realidad, las relaciones de poder y la rebeldía, la justicia… Punto por punto, Ventura Galiano mirará con lente de aumento cada concepto y buscará la manera de relacionarlo con la obra de estos autores. Sabremos de los antecesores y de las obras que les han precedido, donde podremos rastrear el origen de estas ideas y su utilización en la literatura. Cuidado: no es que hayamos de considerar a Carroll y Kafka como filósofos. Son escritores y hacen literatura, ficción. Pero de sus respectivos textos podemos, en opinión del autor, extraer conclusiones filosóficas, que están contenidas dentro de sus obras literarias.
Primeramente, Ventura Galiano quiere desmarcar el concepto de sinsentido del concepto de absurdo, aunque ambos comparten cierto carácter onírico, de naturaleza laberíntica, en un entorno cambiante y arbitrario. En cuanto a semejanzas entre ambas obras encontramos los sueños: en unas la narración comienza con un sueño, en la otra, saliendo de un sueño, pero la realidad funciona como si lo continuase. Los sueños se caracterizan por la evanescencia y la fragmentación de las escenas, alterando el espacio/tiempo y deshaciendo límites y fronteras. En cuanto a las arquitecturas laberínticas de ambos relatos, también coinciden, si bien en “Alicia” la estructura es circular, y en “El Proceso”, todos los caminos conducen al mismo sitio: al inquietante Tribunal.
Analiza luego el tema de la identidad, relacionándolo con la memoria personal y con la percepción que otros tienen de nosotros. En este punto, Carroll juega con una identidad cambiante, mientras que Kafka mantiene una identidad ligada al marco laboral, a la profesión, fuera de la cual la identidad individual se funde en la masa. La distorsión de la realidad es otro punto común, (propiciado por el carácter onírico de ambos) si bien el lenguaje usado por los personajes de “Alicia” es aparentemente real, carece por completo de significado. También se juega con los sonidos, las distorsiones sonoras, la diversidad de intensidades, las repetidas transformaciones entre humanos y animales y viceversa, en Carroll, y las sugerencias a la “animalidad humana” en Kafka. En cuanto a las noción de justicia, mientras Carroll la presenta como arbitraria e incomprensible, Kafka añade su inaccesibilidad. La voluntad en Alicia se dirige hacia cumplir sus objetivos, mientras que en Kafka se caracteriza por la sumisión, el acatamiento del poder.
En suma, Ventura Galiano propone, con bastante acierto, una serie de ideas a estudiar y comparar entre la obra de ambos escritores, a la vez que reflexiona sobre esas ideas aportando las sugerencias y opiniones de otros autores, como María Zambrano, Camus, Canetti, Deleuze y Guattari. Quizás se echa en falta alguna referencia a Freud, contemporáneo de Kafka, aunque perteneciente a una generación anterior, pero del que Kafka conocería sus obras y cuyas teorías debieron influirle.
En la medida en que el libro presenta dos partes claramente diferenciadas, la primera, destinada a un público más amplio, al que puede interesar las vidas de los dos escritores, describe con muchos jugosos detalles y con una prosa cuidada, lo cual hace que la lectura sea muy amena y a la vez, divulgue aspectos no muy conocidos de estos autores. La segunda, sin embargo, está más indicada a un sector del público restringido a aquellos que hayan leído tanto las dos obras de Carroll sobre Alicia, como “El proceso” de Kafka. Porque en caso contrario, el lector, si bien puede sentir un fuerte impulso para leerlas, no extraerá todo el jugo de este detallado análisis, a pesar de estar muy bien razonado, apoyando con ejemplos de cada texto las afirmaciones y juicios que se lanzan.
Es, en conjunto un libro que puede cubrir un cierto vacío en cuanto al conocimiento de los dos autores que analiza, y lanzar interesantes sugerencias sobre las obras comparadas, sugerencias que merecen una reflexión ponderada.