El autor nos ofrece una novela escrita con buen gusto, de las que se disfrutan por su estilo cuidado, su ambientación exquisita, el rico perfil de su protagonista y el interés por el contexto histórico en el que se desarrolla. Antonio Gómez Rufo, considerado uno de los mejores escritores españoles, licenciado en el Derecho y Criminología en la Universidad Complutense de Madrid, destaca por la variedad de géneros que encontramos en sus obras, que abarcan desde la biografía de Berlanga, pasando por diversos libros sobre Madrid y, principalmente, el género de la novela, donde ha obtenido el Premio Fernando Lara de Novela y Premio Independencia Dos de Mayo por El secreto del rey cautivo (2005) y fue finalista del Premio Nacional de Narrativa con El alma de los peces (2000). También es autor, entre otras, de Las lágrimas de Henan, Los mares del miedo (2003, Premio de la Asociación de Libreros de Cartagena), Adiós a los hombres (2006), El señor de Cheshire (2006, Premio Ducal de Loeches), Balada triste en Madrid (2007), La noche del tamarindo (2008) y La abadía de los crímenes (2011).
En esta ocasión nos sitúa en un día nevado del año 1750, en la ciudad de Leipzig, donde seguimos los pasos de la joven Madlene, de 13 años, huérfana y sin familia, que abandona el orfanato para servir como ayuda de cámara del músico Johann Sebastian Bach. La joven llega con las mejores referencias de un amigo de la familia, destacando su diligencia, discreción, buena predisposición y mesura. Características a las que hay que añadir la inocencia y candidez propias de la edad y condición, que la colocarán en una compleja situación que marcará para siempre su vida.
Su cometido es atender en todo al compositor quien, cercano a los sesenta y cinco años, se encuentra mal, ciego, con sobrepeso. Debe lavarle, vestirle, ser su lazarillo y es advertida desde el principio que necesitará mucha paciencia porque Bach se pasa el día “pidiendo agua, reclamando cuidados, exigiendo que se le atienda y ordenando que se le obedezca”.
En poco tiempo, la joven sentirá admiración y respeto por su señor, al que llegará a considerar como el padre que nunca tuvo. Pero pronto la vida de Madlene dará un giro radical y se enfrentará a la cruda realidad de su condición, sufriendo la injusticia y encontrándose cara a cara con el horror. Emprenderá una vida acosada por el fantasma de una obsesión, mientras su tenacidad, inconformismo, afán de superación y ansia de aprender, la llevarán a enfrentarse a los convencionalismos de una sociedad en la que poco podía esperar por su condición y género.
La novela transcurre en los años convulsos e inciertos que vivió Europa a mediados del siglo XVIII. Una época marcada por tres acontecimientos fundamentales en la construcción del mundo tal y como hoy lo conocemos. En Inglaterra se inició una revolución industrial que transformó el modo de vida desde los puntos de vista económico, social y productivo. Por otra parte, los filósofos franceses pusieron en la Enciclopedia las bases de los ideales que dieron lugar años después a la Ilustración y a la Revolución francesa. Un nuevo modo de concebir el mundo desde las perspectivas de lo político, lo cultural y lo social. Finalmente, la muerte de Johann Sebastian Bach en 1750 coincidió con el principio del fin de un modo viejo de interpretar el mundo, el medieval, y pronto los movimientos artísticos y estéticos del Barroco dejaron paso a una nueva forma de entender el arte y la vida: el Romanticismo.
Y será en esta época donde se desenvuelva Madlene Findelkind, cuya vida le sirve al autor como ejemplo de superación para las mujeres de una Europa en los albores de la Revolución francesa. Una vida en la que hay lugar para la tristeza y la esperanza, la injusticia, el abuso, pero también, la amistad, la lealtad y el amor, ese amor que se define como “tan consustancial a la naturaleza humana que sin él no cabe imaginar la vida, al igual que una vida sin amor es tan incompleta como la nave que jamás salió del puerto o el ave que nunca aprendió a volar”, aunque no siempre sea tan fácil identificarlo.
El autor describe con acierto un mundo que hacía mucho tiempo que “se había partido en dos mitades que se reconocían pero no se mezclaban, una de ellas poseedora de bienes y privilegios, la otra destinada a servir, obedecer y conformarse con lo que se le concedía que les permitiera seguir cumpliendo su función sin sufrir desfallecimiento a causa de la miseria, el hambre o la enfermedad”. Unos pocos habían caído en el lado de la luz; la mayoría, como la protagonista, en el de la oscuridad; pero su fuerte y luchador carácter estaba dispuesto a cambiar su destino.