En esta novela Balzac nos muestra su grandeza literaria y moral. En ella, situada en la época de la Restauración, al mismo tiempo que muestra la vida provinciana, por contraste con la de la capital, hace una breve historia de la ascensión social de Félix Grandet en un pueblito francés de provincias, Saumur. Ascensión que podría ser el arquetipo de cómo otras muchas fortunas se crearon a la sombra de la revolución y de Napoleón. De tonelero, Grandet pasa a ser un hábil negociante, rico terrateniente y millonario… pero tiene un grave defecto: la avaricia. Lo que podría considerarse beneficioso como hombre emprendedor, lo mancilla con esa obsesión por el refulgir del oro, puesto que no solo él, sino toda la familia (esposa, hija y Nanon, la criada) ha de sufrir las inconveniencias de ese carácter insano. El personaje de Nanon es el contrapunto: es, por así decirlo, la asistente, la “todoterreno” personal de Grandet, la que le soluciona asuntos por la puerta de servicio. Fiel al jefe, pero también a la esposa y sobre todo a la hija de la familia, ayudará a unos y a otros, manteniendo el frágil equilibrio de la casa. Mientras Eugenia y su madre viven en un mundo ficticio, envueltas en el celofán de la ignorancia y la ingenuidad, Nanon representa la realidad, los pies en tierra, el Sancho de la historia.
A la sombra del avaro, su esposa es una santa mujer que no solo ha aportado su fortuna personal sino que le aguanta el endemoniado carácter a un hombre que, nadando en dinero, le regatea la lumbre de su chimenea o de su vela nocturna, la harina del pan o los contados terrones de azúcar. La única hija (hasta en eso ha sido avaro), Eugenia, alma cándida, inocente y amorosa que respeta a su padre y le obedece en todo, será la imagen central de la historia, eje sobre el que gira la narración. Ignorante de la fortuna de su padre y de sus manejos, insensible al dinero, Eugenia solo reaccionará cuando se encuentre ante el amor.
Dos familias de Saumur se disputan los favores de Eugenia, o mejor dicho, de la futura herencia de Eugenia: Des Grassins, banquero de Grandet, que quiere casarla con su hijo Adolphe; Cruchot, abogado de la familia, que quiere casarla con su sobrino Cruchot des Bonfons. Pero el amor llegará en la figura de su primo Charles, procedente de París. Un primo rico y poderoso pero que de repente se encuentra envuelto en la miseria y ahogado de deudas. La primera admiración de Eugenia se torna compasión y finalmente, amor apasionado. Y la pasión, ya sabemos, emborrona el juicio. Por su amado se enfrenta a su padre, precipita la desaparición de la madre y finalmente, la muerte del viejo avaro deja a Eugenia al frente de una inmensa fortuna…pero sin amor. Charles llega, enamora y desaparece durante años sin dar noticia. Años en los que su tío Grandet ha estado toreando a los acreedores con una serie de burocracias y papeleos, a la espera de que fuera él mismo quien resolviera su economía. Cuando finalmente retorna, ya ha muerto su tío. Pero Charles ya no es el mismo que Eugenia ha estado esperando y amando día a día, hora tras hora. Sin embargo, aún Eugenia cerrará esa puerta con un acto de magnanimidad amorosa: cancelará las deudas del primo para que este pueda hacer un ventajoso matrimonio parisino. Y después, se resignará a vivir de recuerdos y de caridad, hará un casto matrimonio de conveniencia y enviudará joven. Balzac no cuenta más, porque ya ha dicho lo que tenia que decir. Se ha escrito mucho sobre esta obra, y no me alargaré tampoco.
La edición de Siruela comienza con una serie de jugosas citas de Italo Calvino sobre la lectura de los clásicos. En el prólogo, Vargas Llosa hace una breve glosa de la vida y obra del gran escritor francés, todo un personaje y con una amplísima obra, reunida en su proyecto de La Comedia Humana. Finalmente, el traductor hace una serie de aclaraciones sobre las diversas ediciones de la obra, y las correcciones y cambios continuos del autor. Eugenia Grandet fue publicada por primera vez en el semanario L’Europe littéraire en septiembre de 1833, primer año de la revista. En 1834 se publicó ya en forma de libro, en el tomo V de los Études de moeurs au XIX e siècle; más tarde, en 1839, en la editorial de Gervais Charpentier, con una dedicatoria a la que había sido amante de Balzac: Maria du Fresnay. En la edición Furne, de 1843, la novela formaba parte de la serie La comedia humana, en el primer volumen de Escenas de la vida provinciana. Se han hecho versiones cinematográficas de esta novela, siendo la de Mario Soldati en 1946, (con una magistral Alida Valli en el papel protagonista) una de las más convincentes.
Cuando leí esta obra sentí el sabor de la dulce miel del amor, que se torna amarga con la decepción recibida, la ambición sin limite que torna al ser humano en un demonio de oro con corazón de plomo, una obra exquisita para leerse sin parar hasta el final.
realmente coincido con usted es maravilloso pero me deja un mal sabor de gusto la miel 😛
hola, si soy yo otra vez quería decirle que vengo del futuro pero estoy en el pasado y le tengo que comentar que despues de 20 años me gusta mas