Y sin embargo, el narrador pone en esa extraña relación sus esperanzas de felicidad, de “liberación por medio del amor”, porque Severina “Solía volver con libros nuevos – títulos desconocidos para mí en muchos casos – y casi siempre hacía algún hallazgo extraordinario, o eso me parecía. No perdimos la agradable costumbre de leer juntos – libros distintos, cada uno en su rincón – en silencio, a veces durante tardes o noches enteras, intercambiando algún comentario, alguna idea más o menos vaga o más o menos lúcida sobre los libros y la vida en general”.
Quizás entre alguno de esos libros que comentan pueda estar la clave del misterio. Puede que en La carne, la muerte y el diablo en la literatura romántica de Mario Praz, aunque para el narrador “la idea del amor recibida de los románticos, que lo asocian con la muerte y a veces con el diablo, es demasiado sombría para ser, hoy, creíble y, menos aún, deseable”. O quizás en El libro del cielo y el infierno de Borges, en cuya biblioteca confiesa Severina haber estado. Pero no lo sabremos hasta el perturbador final del relato.
Desde aquellos breves textos, entre surrealistas y míticos, de su primer libro, El cuchillo del mendigo, y este que nos ocupa, han pasado veinticinco años, tiempo en el que Rey Rosa, el amigo de Paul Bowles y Miquel Barceló no ha dejado de escribir y traducir, llegando incluso a hacer una incursión en el cine, una de las aficiones de juventud de este inquieto y cosmopolita creador, cuya escritura ha ido, en este tiempo, ganado en sencillez sin perder un ápice de profundidad.
En fin, un magnífico relato para devorar en una tranquila noche veraniega.
Rafael Martín
FICHA DEL LIBRO