Corinne no sólo trata de este tema, aunque sea central, sino que, como el título indica, también trata de Italia. Y en esa parte, casi un ensayo sobre el arte y la cultura italianas, -o un delicioso libro de viajes- la autora se explaya contraponiendo todo ello al carácter británico y la manera de entender la vida de los países protestantes frente a los católicos. Es una obra que intenta equilibrar lo ensayístico con lo novelesco, lo cual también la hace novedosa para la época. La parte de ficción literaria se escora hacia el romanticismo, mientras que la parte ensayística es ilustrada en las ideas culturales y liberal en sus teorías sobre la mujer, teorías que en su momento debieron considerarse como extremadas y vanguardistas.
La parte ensayística transluce unos conocimientos bastante detallados de la cultura clásica romana, así como del Renacimiento, y Madame de Staël, consumada viajera, nos sirve de guía en un recorrido por los principales focos culturales de Italia: Roma, Nápoles, Florencia, Venecia. Las descripciones de los paisajes, sobre todo la excursión que realizan al Vesubio, aún en actividad, nos remite al viaje de Virgilio y Dante a los Infiernos, por la emotividad contenida y descripciones tan impactantes.
Casi toda la primera parte de la obra se centra en una disertación tras otra, en las que Corinne presenta a Oswald las bondades del clima y el carácter italianos, como si éstos, junto a la influencia de la religión católica, fueran la causa fundamental del florecimiento artístico y musical italiano, frente al dramatismo y la melancolía de los países nórdicos, inmersos en la Reforma protestante, donde el valor está personificado en el deber, el trabajo y el honor, el refreno de las emociones y sentimientos… desembocando en el concepto de culpa. No le falta una parte de razón a sus reflexiones, aunque a veces peca de una cierta ingenuidad y en otras, trasluce tristeza. La autora sufrió en su propia vida los problemas de ser una mujer sobresaliente, a la que los hombres, inferiores a ella, la rehuían y abandonaban por la competencia que les producía su relación.
La parte literaria es quizá demasiado reiterativa para el lector contemporáneo, al que le cuesta entender cómo se le pueden dar tantas vueltas al amor platónico. La lectura de Freud probablemente ayudaría mucho a comprenderlo. Toda la obra es una constante tensión entre la tremenda atracción y el amor que desde el primer momento se profesan Corinne y Oswald y el terrible secreto de su pasado que cada uno oculta al otro por el temor premonitorio a que haya algo que les impida unirse. La confesión de sus secretos se va postergando, la agonía se alarga hasta que, como el volcán, explota y su erupción quema y destroza lo que encuentra a su paso. La separación se impone, y surgen otros escenarios: Inglaterra de nuevo, donde los acontecimientos, -ya completamente literarios- que ocupan la segunda parte, discurriendo por unos moldes plenamente románticos, con todos los ingredientes del género: profundas emociones, melancolías, dramas interiores, malentendidos, el destino y la fatalidad,…
La narración, en tercera persona, unas veces presenta la posición de Corinne y otras las de Oswald, para hacernos ver los puntos de vista de cada uno, como un largo partido de tenis en el que miramos hacia uno y otro lado en dirección a la bola, que en este caso son unos apasionados diálogos, llenos de tensión y dramatismo. El ritmo va aumentando paulatinamente, con la introducción de la tercera en discordia, inocente y joven Lucile, lo que produce una carrera de emociones hasta la apoteosis final, aunque dejando abierta una puerta a la valoración personal del lector.
Esta edición recupera la traducción de Pedro María de Olive (1767- 1843), que publicó en 1818 y cuya versión de 1852 es la que sirve de base al presente texto, que tiene todo el sabor de la época, si bien se echa en falta una más severa revisión de erratas, que en algunos momentos llega a ser excesiva. Aún así, la obra tiene una muy buena presentación, y está ilustrada por los grabados de la edición del 52.
Ariodante