El suicidio de varios veteranos de Iraq que sirvieron juntos marca una pauta consecutiva que señala a algo más allá de la casualidad. Algunos han sufrido de estrés postraumático, oyendo voces, teniendo pesadillas, incapaces de rehacer su vida. Pero otros no. Ese es el caso de Damien Patchett quien aparentemente no ha sufrido demasiado a su regreso y que hasta cierto grado ha pasado la primera fase de normalización con éxito. Cuando se suicida y varios ex-compañeros acuden en grupo al entierro se hacen patentes otros vínculos aparte de los militares. Su padre encarga a Parker investigar las causas de su muerte que el achaca a Joel Tobias, uno de los jefes castrenses de su hijo en Iraq.
La clave de la historia aparece expuesta desde las primeras páginas, el saqueo del Museo Nacional de Bagdag se presenta como el origen de todos los males que dibujan la trama.
Si una de las primeras obras modernas sobre los veteranos norteamericanos y los regalitos que se traían del campo de batalla era Dog Soldiers de Robert Stone con la droga como protagonista, ahora Voces que susurran cierra el círculo con las antigüedades como trasfondo. De nuevo el escenario está en los EEUU y es allí donde arrastran sus miserias y conflictos quienes más deseaban huir de ellos.
Connolly afina cada vez más y sale triunfador de su pirueta más complicada, mezclar lo sobrenatural y la novela negra consiguiendo hacerlo verosímil, algo que nosotros sólo se lo hemos visto hacer a Fred Vargas. Es por eso por lo que recomendamos esta lectura que lleva al género negro a su límite sin llegar a caer en el esperpento fantástico de moda.
Pepe Rodríguez
FICHA DEL LIBRO