Cuando los fans de la literatura de intriga nos bebemos sin darnos tregua un libro como este nuevo de Scott Turow, constatamos con cierta desazón que la mayoría de las novelas del género que hemos leído últimamente en nuestro esperanzado afán de dar con algo bueno no merecieron la ilusión ni el tiempo invertido. Hemos sucumbido al marketing bajo cuya aura irrumpieron sagas llegadas del frío: Stieg Larsson, Camilla Läckberg, Mari Jungstedt, Arnaldur Indridason, etc. Pero, aunque cabe establecer categorías entre estos gélidos maestros del crimen escandinavo, lo cierto es que todos palidecen de súbito ante la brillantez de autores como Scott Turow y su nueva novela, Inocente. LEER MÁS
Para mayor mérito, esta novela llega como secuela de otra de gran repercusión, teóricamente lastrada por el mal agüero atribuible a las segundas partes. Presunto Inocente, anterior éxito de Turow, fue en su día best seller internacional y aunque en España el libro se vendió menos, muchos recordarán su versión fílmica, interpretada por un sustantivo Harrison Ford a la altura del protagonista, Rusty Sabich, cuya fisonomía, por cierto, reaparece al trasluz de cada página de esta segunda entrega. Conocer de antemano la trama y el desenlace de la primera no recorta en absoluto las alas de la segunda. Por el contrario, allá por las últimas páginas, el conocimiento de un dato fundamental del pasado de Sabich (la verdadera identidad del asesino de la anterior historia), que comparten en exclusiva el lector y el protagonista, establece una complicidad entre ambos que pasarán por alto quienes no hayan visto ni leído Presunto Inocente.
El juez del tribunal de apelaciones del condado de Kindle, Rusty Sabich, el mismo que veinte años ago se viese involucrado en el crimen pasional de su colega, Carolyn Polhemus, vuelve a ser blanco de las sospechas del fiscal Tommy Molto, némesis de Sabich desde que este resultase absuelto del caso Polhemus y uno de los personajes que, paradójicamente, más se hace querer por su enraizado sentido de la justicia. En esta ocasión es Bárbara, la mujer de Sabich quien aparece muerta una mañana en la cama del dormitorio matrimonial. Lo que activa las alarmas del equipo fiscal capitaneado por Molto es el hecho de que el marido haya tardado un día entero en notificar el hecho. ¿Acaso Sabich, experimentado abogado y juez, ignora los protocolos forenses, o más probablemente –tal como apunta el índice acusador de Molto– los conoce lo bastante bien como para saber que al cabo de veinticuatro horas las posibilidades de una autopsia se restringen considerablemente? En torno a esta hipótesis el equipo de fiscales urde una eficaz tela de araña en la que convergen una nueva infidelidad conyugal de Sabich y su compleja relación con la que fuese su esposa, transida desde décadas ago por la sombra del divorcio. Por parte de la defensa repite el mismo abogado del caso Polhemus, el brillante argentino Sandy Stern que, con el viento en contra y la salud maltrecha, intentará nuevamente exonerar a Sabich.
Todo transcurre dentro del clásico marco de intrigas judiciales: sala con jurado popular, golpe de efecto de la acusación, reacción y contraataque de la defensa, justo cuando todo se tambalea para una de las partes algo determinante cambia las tornas, etc. Pero Turow no sólo es maestro del suspense, sino un avezado narrador que emplea eficazmente las voces narrativas y diseña atractivos perfiles psicológicos, contradictorios como los de Bárbara, Molto o el propio Sabich, o enigmáticos como el de Stern o Nat, único hijo del matrimonio Sabich. A través de ellos veremos que, al margen del veredicto que se dirime en la sala de audiencias, nadie aboga por nadie cuando la cárcel que se cierne sobre uno es la de la conciencia, nadie absuelve a nadie en el íntimo careo con la culpa que generan los malos actos.
En suma, Inocente es una feliz conjunción entre lo excelente y lo popular, un festín de casi 500 páginas de letra menuda para los amantes del género judicial y, miel sobre hojuelas, exento del incordio de las subtramas prescindibles y otros subterfugios de efecto levadura. Puro magro.
El juez del tribunal de apelaciones del condado de Kindle, Rusty Sabich, el mismo que veinte años ago se viese involucrado en el crimen pasional de su colega, Carolyn Polhemus, vuelve a ser blanco de las sospechas del fiscal Tommy Molto, némesis de Sabich desde que este resultase absuelto del caso Polhemus y uno de los personajes que, paradójicamente, más se hace querer por su enraizado sentido de la justicia. En esta ocasión es Bárbara, la mujer de Sabich quien aparece muerta una mañana en la cama del dormitorio matrimonial. Lo que activa las alarmas del equipo fiscal capitaneado por Molto es el hecho de que el marido haya tardado un día entero en notificar el hecho. ¿Acaso Sabich, experimentado abogado y juez, ignora los protocolos forenses, o más probablemente –tal como apunta el índice acusador de Molto– los conoce lo bastante bien como para saber que al cabo de veinticuatro horas las posibilidades de una autopsia se restringen considerablemente? En torno a esta hipótesis el equipo de fiscales urde una eficaz tela de araña en la que convergen una nueva infidelidad conyugal de Sabich y su compleja relación con la que fuese su esposa, transida desde décadas ago por la sombra del divorcio. Por parte de la defensa repite el mismo abogado del caso Polhemus, el brillante argentino Sandy Stern que, con el viento en contra y la salud maltrecha, intentará nuevamente exonerar a Sabich.
Todo transcurre dentro del clásico marco de intrigas judiciales: sala con jurado popular, golpe de efecto de la acusación, reacción y contraataque de la defensa, justo cuando todo se tambalea para una de las partes algo determinante cambia las tornas, etc. Pero Turow no sólo es maestro del suspense, sino un avezado narrador que emplea eficazmente las voces narrativas y diseña atractivos perfiles psicológicos, contradictorios como los de Bárbara, Molto o el propio Sabich, o enigmáticos como el de Stern o Nat, único hijo del matrimonio Sabich. A través de ellos veremos que, al margen del veredicto que se dirime en la sala de audiencias, nadie aboga por nadie cuando la cárcel que se cierne sobre uno es la de la conciencia, nadie absuelve a nadie en el íntimo careo con la culpa que generan los malos actos.
En suma, Inocente es una feliz conjunción entre lo excelente y lo popular, un festín de casi 500 páginas de letra menuda para los amantes del género judicial y, miel sobre hojuelas, exento del incordio de las subtramas prescindibles y otros subterfugios de efecto levadura. Puro magro.
Lale González–Cotta
Título: Inocente | Autor: Scott Turow | Editorial: Mondadori |Páginas: 432 | Precio : 22,90€ |
Con permiso Pepe, es sólo para invitarte a ti y a tus seguidores a mi blog, tengo una propuesta.
Muchas gracias y un saludo.
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