Diario de un incesto es una obra polémica que sobrepasa los límites de lo políticamente correcto hoy día. En primer lugar el título es ambiguo. No solo es el diario de un incesto, fruto de la relación constante de un padre con su hija. Es el diario del abuso sexual realizado sobre ella, quien era una niña de tierna edad cuando todo comenzó. Incesto, sí, pero principalmente abuso; en este caso con el agravante de ser el padre, pero alejado del concepto pecaminoso que puede suponer la palabra “incesto”.
Las escenas y las descripciones en primera persona no son lo más polémico ni lo más escabroso de este libro. El proceso de dominación mental y emocional de la víctima es verdaderamente escandaloso. ¿Puede alguien que no está en una determinada situación juzgar objetivamente a quien si lo está? Por ejemplo, una mujer que está siendo maltratada, un empleado que está siendo tiranizado, un estudiante en manos de un abusón, un feligrés dentro de una secta. Hay un componente de dominación que es realmente perverso en todas estas situaciones. Un componente que en el caso de nuestra protagonista le haga desear las visitas de su padre al mismo grado que las teme. Un componente que la engaña para pensar que es ella quien al dominar el deseo de él, tiene poder sobre su persona. Un componente de normalidad cuando a todo a quien se lo cuenta mira para otro lado. Un componente de bondad al negar lo sucedido simplemente para que su padre no se suicide. Un componente de hermandad al negar a su hermano lo sucedido para que pueda llevar una vida “normal”. Componentes todos ellos dañinos para el pensar del siglo XXI.
Esas aberraciones y perversiones tanto morales como emocionales son al menos tan repugnantes como las físicas. Todas ellas resonarán como un martillazo en la mente del lector que no dejará de zumbar en muchos días. Pero es necesario. Nadie habla de esto… pero no del abuso que es algo de lo que sí hablamos, nadie habla de como nos convertimos en aquellos que odiamos cuando otros nos dominan.