Guadalupe Iglesias cuenta su testimonio en la novela “Al fin la luz”
En el prólogo de esta obra, el escritor Leonardo Padura, Premio Princesa de Asturias de las Letras, destaca que cuando conoció a Guadalupe le impactó algo más “que el hecho de que fuese una lectora ciega que, además, me hablaba de sus lecturas de mis textos con el desenfado de la normalidad”. Padura recuerda que en aquella mujer había algo aún más especial, y se pregunta: “¿Fue la expresión de su rostro, medio oculto por sus gafas de ciega, pero alumbrado por una sonrisa que parecía salirle del alma lo que me colocó ante esa sensación de singularidad?”
Huso editorial publica, en colaboración con la ONCE, un libro que mueve las emociones desde las primeras páginas, desde sus epígrafes, como el de Joan Manuel Serrat que dice: “Sin la utopía la vida no deja de ser un largo y aburrido ensayo para la muerte”. La autora de Al fin la luz sabía muy bien por qué había escogido aquella frase de Serrat. Y es que la vida de Guadalupe Iglesias (Madrid, 1961) es un proyecto hacia la vida, es decir, un paso constante hacia esa convicción por la utopía.
Leonardo Padura presentaba uno de sus libros cuando conoció a Guadalupe Iglesias. Pronto el escritor cubano se dio cuenta de que en aquella mujer invidente latía algo más que una pasión lectora, ella era un ser que sonreía de manera plena. En el prólogo, titulado “Creer para ver. Manual del arte de la lucha”, el Premio Princesa de Asturias de las Letras le entrega al lector las claves de aquella experiencia: “Mi primera impresión, o mi premonición de unas semanas antes, se vio ampliamente superada esa noche. Lupe me contó parte de su dolorosa historia de afectada por la retinosis pigmentaria, pero palabra a palabra, acto a acto, me fue ofreciendo otra certeza: la sonrisa que le había visto en nuestro primer encuentro es, más que su ceguera, la seña de identidad de esta mujer que, ya aquel día lo intuí y ahora lo comprobaba, es un ser extraordinario”.
Padura cuenta que “esa noche mágica” Guadalupe y otros lectores ciegos, totales o parciales, “me superaban ampliamente en deseos de vivir”. Tanto fue “el regocijo” del escritor que asegura que a partir de esa vivencia asumió de un modo diferente la existencia.
En el inicio de Al fin la luz Guadalupe Iglesias dice que “Con este libro solo he pretendido dar a conocer las experiencias y sensaciones que he vivido junto con mis seres queridos, antes, durante y después de una operación que ha cambiado radicalmente mi vida; también he vuelto a recordar los duros momentos que viví cuando diagnosticaron la enfermedad”. Si asumimos la afirmación de Virginia Woolf en relación a que una buena novela “tiene que dejar vida”, el testimonio novelado de Guadalupe Iglesias derrama vida. Un cúmulo de sensaciones se activan desde sus primeras páginas, pasando por un “glosario de citas y canciones para tiempos de crisis”, hasta una impresionante galería de fotos con otras personas (artistas, deportistas) también activistas de la vida.
“Las experiencias —todo a un tiempo— trágicas, maravillosas, dolorosas y cargadas de esperanza y optimismo que Guadalupe Iglesias narra en este libro son una dramática lección que va dirigida no solo a las personas que, como ella, han sufrido una desgracia tan lacerante como la de perder el precioso sentido de la vista. Su proyección humana va mucho más allá: esta historia, el modo de vivirla y hasta de narrarla es un aprendizaje para todos los seres humanos en la medida en que la vida siempre es un combate contra infortunios mayores y menores, en el sentido de que la existencia es (o debe ser) una lucha eterna por la superación de lo que somos y de la influencia de las circunstancias personales, sociales, políticas en que somos”.
Leonardo Padura.
Biografía
Guadalupe Iglesias Carrero nació en Madrid en diciembre de 1961. Inició estudios de Derecho en su juventud sin poder terminarlos a causa de la Retinosis Pigmentaria, una enfermedad visual que, diez años después de su aparición, le causó una ceguera que dura hasta nuestros días. Para remediarla, entre otros tratamientos, se incorporó al proyecto Argus II con el implante de sesenta electrodos en uno de sus ojos, buscando ver los objetos mediante la luz. Esa intensa travesía vital centra las páginas de este libro.
Casada y madre de una hija de treinta y dos años, ha trabajado como camarera en el restaurante familiar, ha sido vicepresidenta de la Asociación Retina Madrid y Fundación Retina España durante doce años. En la actualidad, realiza multitud de actividades y hobbies que le cautivaron siempre y de los que da testimonio en este libro, una historia de vida guiada por la pasión y el sentido positivo de la existencia.
Optimista por naturaleza, está convencida de que —más pronto que tarde— aparecerá una solución que le permita, a ella y a tantas otras personas, volver a ver como antes.