En esta ocasión es fácil optar por la brevedad, y ello para decir: no se pierdan de leer este libro. ¿Por qué? Porque habla de las palabras, materia prima de que se alimenta el alma (y el cuerpo también, por derivación) del lector. ¿Y cómo habla de las palabras para ser tan recomendable? Pues habla de ellas -con un cariño que se advierte en la lectura- desde el origen, desde su nacimiento.
Es una auténtica maravilla lo que podemos llegar a conocer, pero sobre todo a descubrir. A mí, que tengo una cierta experiencia (de gozo y de dolor) como lector, se me han ido hasta dos tardes enteras para uno solo de los capítulos como lectura. Y la gama de los ejemplos que se exponen como raíz de origen de otras palabras es muy rica.
Aquí las palabras, a partir de su origen (generalmente latino en lo que hace al español) empiezan a desplegar una serie tan larga y entretenida y curiosa de valores y significados que resulta una auténtica aventura adentrarse por el interior de ellas: de dónde parten, cómo derivan en otras, como se relacionan con voces de otros idiomas…
Por ejemplo todas aquellas que nacen del verbo latino alo, alui, altum Y citaré solamente algunos de los ejemplos y significados recogidos. Por cierto, todo ello expuestos en una prosa limpia, generosa, abierta (es decir, no exenta de sentido del humor) Veamos: “Un verbo, alo, alui, altum alimentó nuestros diccionarios con múltiples palabras derivadas o relacionadas” Y a continuación viene una jugosísima retahíla de ‘valores’ de la vida real: “Del participio del verbo, altum, nos llegó el adjetivo alto, que en un principio significa tan solo ‘alimentado’ y, por ello, puede aplicarse a algo que está crecido en cualquiera de las tres dimensiones”, a saber, vertical hacia arriba: un árbol alto; vertical hacia abajo, puteum altum, que equivale a pozo profundo; pero también tiene su valor en ese hermoso crecimiento en horizontal: alta mar. ¿No es fantástico? En adelante deberemos reparar con más cuidado en todo este valor añadido.
Pero aún más: a partir de ‘alto’ conservamos infinidad de derivados y compuestos, desde ‘exaltar’ o ‘enaltecer’ hasta ‘altanero, altivo, altibajo, altímetro’. Por no citar ‘alzar y alzamiento, altitud o incluso a su mismísima alteza real’. ‘Altar’ está lleno de significación, y pasado el ‘otero’ y sus derivaciones podemos llegar a ‘adolescente, adulto o índole’. ‘Prole, proletariado y prolífico’ enriquecen las ramas de este verbo originario y, si nos vamos al terreno musical nos encontramos con el oboe, derivado del francés ‘hautbois’, esto es, instrumento hecho de madera (bois) que tiene un sonido delicado en las notas agudas o altas (haut). Así lo expondría la contralto si fuese necesario; ella tiene una voz ‘contraria al alto’, que correspondería a la soprano, y yo la escucho y le creo.
Lo dicho, leer como un viaje apasionante y sutil