En El retrato de casada, un texto de calidad comparable a la de su exitoso Hamnet, Maggie O’Farrell novelaba la desgraciada unión de Lucrecia, hija del duque Cosme de Médicis, con el cruel Alfonso II d’Este, duque de Ferrara. Laurent Binet, ganador del Goncourt de Primera Novela con la trepidante HHhH, ha decidido profundizar en el ambiente artístico y político de aquella famosa corte, fijándose, en su caso, en la hermana mayor de Lucrecia, María, para incluirla en el deslumbrante elenco de su última novela: Perspectivas.
A María, en realidad primera opción para el matrimonio con Alfonso, se unen toda una serie de personajes históricos de la Florencia de los Médicis, de la corte de Francia e incluso de la Roma papal, a los que el autor francés les va a permitir expresarse con sus propias palabras a través de un incesante intercambio epistolar. Ese recurso dota al texto de una vitalidad indiscutible y le permite recrear el elaborado y elegante lenguaje de la época.
Aquí también habrá un retrato, el de la joven prometida, pero en este caso obsceno y peligroso por el desprestigio que, si saliera a la luz, podría suponer tanto para ella como para su familia. Además, el cuadro ha aparecido en la vivienda de Pontormo, pintor de la corte que acaba de ser hallado muerto ante los controvertidos frescos que lleva años realizando.
Propone así Binet una divertida trama detectivesca protagonizada por relevantes creadores y políticos del momento, pero también por miembros más humildes de los gremios profesionales. La investigación del caso es confiada, así, a Vasari, el prominente artista y mano derecha de Cosme, que compone una exhaustiva lista de sospechosos entre los que se cuentan Bronzino, el discípulo de Pontormo beneficiado con el encargo de continuar su obra; la monja y pintora renacentista Plautilla Nelli, que abomina de las desnudeces mostradas en los frescos; la propia duquesa, Leonor Álvarez de Toledo, sobrina del duque de Alba, virrey de Nápoles, que los deprecia por la misma razón; o el obrero responsable de mezclarle los colores al maestro.
No podían faltar las intrigas palaciegas, las presiones papales o la injerencia de potencias rivales en busca de una redistribución de fuerzas en el precario equilibrio de la zona. Especial protagonismo tendrá la reina consorte de Francia Catalina de Médicis, tía de María, madre que será de tres reyes y dos reinas, y decidida rival de Cosme: su deseo de hacerse con el controvertido retrato, que intentará satisfacer un ingenioso Cellini, dará lugar a las escenas más rocambolescas.
Pero entre todo ese despliegue de prominentes personajes que alcanza hasta al mismísimo Miguel Ángel, Binet no se olvida de los conflictos sociales, de la lucha de las clases populares por la mejoras de sus condiciones de vida, una cuestión si acaso marginal en otras aproximaciones históricas.
Si en su anterior libro, Civilizaciones, una impresionante ucronía merecedora del Gran Premio de Novela de la Academia Francesa, Binet permitía que Atahualpa viajara a España para capturar al emperador Carlos, ahora no fuerza tanto las costuras de la Historia, porque lo que busca en la Florencia del Renacimiento es el momento de excelencia artística que lo caracteriza y que el lector interesado puede confirmar acercándose, a través de la red, a algunas de las obras mencionadas.
Aquí Binet quiere hablarnos de la relación bipolar del artista con su obra, de sus aspiraciones de trascendencia mientras la ambición, la traición y las luchas de poder lo rodean, de, en fin, su combate desigual contra el tiempo, ese cuyo poder destructivo es superado con creces por el de la mezquindad y la intolerancia.
Rafael Martín