A finales de los años sesenta del siglo pasado surge, como reacción a las prácticas degradantes de los manicomios, un movimiento alternativo que cuestiona todo el sistema de atención psiquiátrica. La Antipsiquiatría no era, sin embargo, un nuevo conjunto de técnicas, sino una respuesta política global a una estructura represiva en la que los terapeutas ejercían, en palabras de Franco Basaglia, de “protectores del orden público”. Junto al psiquiatra italiano destacarían las figuras de David Cooper, Michel Foucault y, en especial, la del escocés Ronald D. Laing. Más heterodoxo que todos ellos y enconado rival de este último es el personaje que ha creado, para su última novela, el también escocés Macrae Burnet.
Como era de esperar para los lectores de sus novelas, el texto se presenta, en parte, como la transcripción de un original al que el autor tiene acceso de forma azarosa. Un plan sangriento, el apasionante thriller histórico y social que le dio a conocer, tenía como punto de partida ciertos escritos encontrados cuando buscaba información sobre su abuelo. Por su parte, en La desaparición de Adèle Bedeau, un policíaco estilo Simenon, Burnet se mostraba como simple traductor de un clásico, de tintes autobiográficos, llevado al cine por Claude Chabrol.
En Caso clínico el autor nos cuenta que andaba interesado en la vida y obra del controvertido terapeuta Collins Braithwaite cuando un desconocido le hizo llegar ciertos escritos relacionados con aquel. La autora de los mismos relata en ellos cómo entró en contacto con la obra de Braithwaite descubriendo, en uno de los casos que describe, el retrato clínico de su hermana, y llegando al convencimiento de que su suicidio fue en realidad un asesinato. Decide entonces hacerse pasar por una paciente para entrevistarse con el doctor.
A partir de esa sugerente introducción Burnet construye su novela alternando la transcripción de los cuadernos recibidos con sus propias investigaciones sobre el supuesto psiquiatra. Conocemos así el carácter excéntrico de la narradora, su aislamiento, sus fobias e inhibiciones, el sentimiento de culpa gestado junto a una madre represora. Sobre Braithwaite sabremos de su padre suicida, del abandono por parte de su madre, de su carácter ególatra y prepotente. No le faltarán, no obstante, clientes que acudan a su consulta atraídos por su personalidad y sus métodos.
Asistiremos así a unas sesiones en las que el personaje creado por la narradora teme ser desenmascarado por su oponente, mientras en cada uno de ellos va creciendo el interés por el otro. En realidad no es la primera vez que la narradora se inventa otra personalidad, ya lo hizo en su diario, cuando detectó que su madre lo leía, o cuando se daba un aire mundano con las amigas, y volverá a hacerlo cuando conozca fortuitamente a un joven camino de la consulta. De hecho es la cuestión de la identidad y la impostura la que Burnet pone en el centro de su relato y en el de la obra de Braithwaite: este defiende la coexistencia de varios yoes en una misma personalidad, encontrando en ciertos actores ejemplos vivos de sus teorías.
El lector, por su parte, empezará a preguntarse acerca de la verdadera naturaleza de los personajes, a dudar de la veracidad de lo reflejado en los cuadernos, a buscar un desenlace que no acaba de imaginar, y en el que, finalmente, todo acabará desvelado y ensamblado de manera magistral.
Rafael Martín