El mundo del cine ya había estado presente en la obra de William Boyd: entre los protagonistas de sus novelas encontramos a un realizador (Las nuevas confesiones, 1987), o a un actor (Esperando el alba, 2012). Pero en ‘Trío’, su último libro, le sirve como escenario sobre el que se mueven sus personajes: actores, productores, técnicos, agentes, abogados y toda la fauna de ese ecosistema en precario equilibrio.
Boyd ha escrito guiones y adaptado textos propios y ajenos, llegando incluso a ponerse tras la cámara como director. De esa amplia experiencia se deriva el conocimiento de unos entresijos y unas prácticas que ahora pone a disposición de su nueva novela. Un texto que se mimetiza con su contenido, adquiriendo los rasgos del tipo de película cuyo rodaje relata, aquellas entretenidas historias con mensaje de los años sesenta, con lo que ello puede suponer para el tono, desenfadado, el estilo, directo, y el resultado, redondo.
Estamos en el Brighton de 1968. Allí se está rodando la última producción del ya curtido Talbot Kydd. Su director está casado con Elfrida, escritora a la que los críticos calificaron como la nueva Virginia Woolf, y que atraviesa una sequía creadora de diez años que no alivia el constante riego con alcohol. La joven y simplona pareja protagonista, compuesta por la estrella americana Anny y el cantante británico de moda, están manteniendo una relación secreta. Pero el rodaje, ya de por sí problemático, se va a ver perturbado con la noticia de que el ex de Anny, un activo anarquista recién fugado de la cárcel, puede haber llegado a la ciudad.
Talbot, Elfrida y Anny tienen, cada uno, sus propios conflictos. El primero, casado y con hijos, lleva tiempo ocultando y negándose unas inclinaciones que parecen ahora más intensas en el ambiente desinhibido de la ciudad. La segunda ve, en la cercanía de la última residencia de los Woolf, una señal que seguir, sin dejar de tambalearse, en el camino hacia su próximo libro. Y Anny, adicta a los tranquilizantes, continúa manteniendo su relación con un filósofo francés, activo referente de la reciente revuelta parisina, mientras empieza a ser vigilada por el FBI y la CIA.
‘Trío’ puede parecer por momentos la réplica británica a la última película de Tarantino, con peligroso iluminado incluido, donde la industria de Hollywood es sustituida por la de un país que está viviendo un momento de esplendor en cuanto a cultura popular se refiere. Boyd hace continuas referencias a ciertos iconos de la época: estrellas del pop, productores musicales, la canción del momento, el mini amarillo… A fin de cuentas ese año cumplió los dieciséis, y a esa edad se atesoran recuerdos a los que el tiempo no hace sino dar lustre. Quizás por eso nos pone en guardia contra el vano deseo de revivir, con la misma intensidad de entonces, las sensaciones y emociones de la adolescencia.
Sin embargo, no hace falta haber vivido los sucesos de aquel año en el que parecía que todo iba a cambiar para disfrutar de un texto con apariencia de inocente comedia de enredo. Aunque, en realidad, Boyd no se queda en esa serena superficie, sino que ahonda en el sufrimiento de un trío cuyas vidas oscilan entre la parodia y la tragedia. Unas vidas con las que quiere mostrarnos que, a pesar del caos incontrolable que nos rodea, puede estar en nuestra mano cambiar, al menos, lo más cercano, empezando por nosotros mismos.
Rafael Martín