No me cansaré de agradecer a Minotauro el placer, no solo de reencontrarnos, sino también de descubrirnos aún a estas alturas obras de mi admirado Philip K. Dick. Creyendo que conocía todo lo que había publicado, me sorprende con una novela fuera del género por el que es universalmente conocido.
Y es que “Mary y el gigante” no es una obra de ciencia ficción. Se trata de una novela donde nos narra la historia de Mary Anne Reynold, una chica peculiar y vulnerable que no está dispuesta a conformarse con la vida que le ha tocado vivir en un pequeño pueblo de California, llamado Pacific Park, a principios de los años cincuenta. Donde la falsa moralidad no le permite expresarse sexualmente como querría expresarse una chica de su edad. Donde los prejuicios raciales no ofrecen muchas oportunidades ni libertad.
Por su argumento podéis ver lo alejado que está de las historias a las que nos tiene acostumbrados. En esta novela tan realista, nos damos cuenta del gran escritor que era y lo bien parado que salía de otros géneros más alejados de lo habitual en este autor. La historia, acontecida en los primeros años cincuenta del pasado siglo XX, nos traslada a la América más tradicional y arcaica, haciéndonos conscientes, a través de los ojos de la joven rebelde Mary, lo difícil que resulta salir adelante y escapar de los límites morales que marcan el comportamiento de lo que es ser un buen miembro dentro de la comunidad de esa sociedad en apariencia políticamente correcta. Demuestra valentía a la hora de mostrarnos la hipocresía de este sistema encarnando el protagonismo una mujer, que si un hombre ya lo tenía complicado en ir contra las normas, imaginaos lo que sería siendo una chica joven la que ponga en tela de juicio a la correcta sociedad moralista americana.
A pesar de que escribió este libro en 1987, llama la atención como cuando aparece en la trama una persona de color se refiere a él como “un negro”, de manera que a nosotros, desde el siglo XXI nos puede sonar de forma despectiva. Esto demuestra cómo se tenía asumido el papel de las personas de color en el periodo de tiempo en que le tocó vivir a K. Dick y la manera en la que se le educó, donde a ese adjetivo no es usado de forma insultante como nos puede sonar a nosotros.
El estilo de Philip K. Dick me ha gustado siempre, pero aquí creo que va más allá. Se supera a sí mismo, y no sé si por el estilo o por sus personajes, pero mientras leía la novela me venían a la mente escritores tan notables como Harper Lee o el mismísimo Scott Fitzgerald, donde aparte de gustarme la trama, me atrapa la manera en que nos la narra, provocando que nos leamos sus apenas trescientas páginas en dos ratos porque Mary, con su carácter rebelde e irascible, nos atrapa y nos vapulea, y no podemos dejar de seguirla hasta saber si cumple sus objetivos. Objetivos que todos hemos tenido en alguna etapa de nuestras vidas, concretamente en ese salto vertiginoso que damos donde dejamos atrás la adolescencia para introducirnos en esa gran incógnita llena de dudas y miedos que es la sobrevalorada adultez. En la que ansiamos cumplir todas esas ilusiones que siendo niños creíamos posibles a la hora de alcanzarla como eran la libertad de poder hacer lo que quisiéramos y amar a quien nos diese la gana.
Gran oportunidad para descubrir a un nuevo Philip K. Dick que sorprenderá a propios y extraños. Demostrando su maestría sin límites donde era capaz de trasladarnos a Marte; creer que los robots podían sentir; crear distintas realidades entre la lucidez y el sueño; y cómo no, arrastrarnos junto a una chica de pueblo que solo ansía ser feliz.