- Demonio
- Torcido
- Caparazón
En referencia a un «reptil marino con el cuerpo cubierto por un caparazón que protege sus órganos internos y con extremidades en forma de aleta», se emplea la voz tortuga desde finales del siglo xv; así, en el Diario del primer viaje de Colón (1492-1493) se indica, precisamente, que «en toda esta tierra ay muchas tortugas, de las cuales tomaron los marineros en el Monte Cristi que venían a desovar en tierra, y eran muy grandes como una gran tablachina» (1492-1493). No obstante, tortuga, voz de etimología dudosa (quizá procedente del femenino del latín tardío tartarūchus ‘demonio’ y este, a su vez, del griego tartaroûchos ‘habitante del Tártaro o infierno’, según indican Corominas y Pascual en el DECH), se atestigua por primera vez, como denominación de un reptil, en la Traducción de las Vidas Paralelas de Plutarco (1379-1384), de J. Fernández de Heredia y en el Libro de Palladio. BNM 10211 (1380-1385) de Ferrer Sayol; estos primeros testimonios, procedentes del área oriental de la península ibérica, permiten inferir que, como se indica en el DECH (s. v.), «tortuga en castellano es palabra moderna y seguramente importada, pues el viejo nombre autóctono era galápago».
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El DHLE permite asistir a los principales avatares de la vida de la palabra tortuga, pero también a la trayectoria biográfica de otros vocablos, como galápago, baula, caguama, carey, fanduca, golfina, kikila, laúd, parape y parlama (paslama), que designan distintos tipos de estos reptiles marinos.