Aprendí a cocinar por lo que aprendió la mayoría, por supervivencia. Tengo muchos libros de cocina, y la verdad es casi todos me han sido útiles, otros me han servido para adornar la estantería de mi cocina. Y es que la literatura gastronómica no se diferencia de cualquier otro género, existen libros buenos y libros malos.
Muchos de ellos no son muy útiles para el día a día, por eso cuando compro alguno, la experiencia ha hecho que me quede largo tiempo hojeándolo y analizando por encima sus recetas. Porque como digo, la mayoría son un sinfín de recetas complicadas y sofisticadas que utilizan ingredientes que tengo que buscar en Google para saber qué son y dónde encontrarlos.
Todo aficionado a la cocina hoy día lo tiene muy fácil con esto de internet. Ya no solo hay que tirar de libros para seguir recetas, a través de la red de redes tenemos un universo, casi literal, de blogs de cocina y vídeos de youtubers para ocupar varias vidas. En este mundo virtual ocurre lo mismo que con los libros, la mayoría no son prácticos.
Fue precisamente a través de internet donde conocí y me hice incondicional de Pablo Albuerne, o más bien de su alter ego Gipsy Chef. Me cautivó a través de sus breves vídeos donde hace suyas las recetas de toda la vida. Innova con los ingredientes, transformando esas recetas en algo bestial, como indica él mismo con esta coletilla. Y es que realmente es bestial el resultado. Huyendo de polémicas, en la cocina considero que hay que tener la mente abierta, no se puede ser un talibán y poner el grito en el cielo por que la tortilla lleve o no cebolla. Cada uno de nosotros tiene su gusto, y ahí es donde reside el secreto de Gipsy Chef a la hora de elaborar sus recetas, haz lo que te dé la gana, siempre y cuando disfrutes del proceso, y sobretodo del resultado.
Su primer libro es un ejemplo de ello. Ha escogido sus cuarenta recetas favoritas. Algunas innovadoras, otras de las de toda la vida tuneadas con ese estilo Gipsy tan suyo. No se trata de un libro de cocina al uso, ya que a través de él su autor nos abre su casa y su corazón. Entre plato y plato nos cuenta cómo llegó conoció su tardía vocación; cómo consiguió viajar por todo el mundo buscándose la vida cocinando; y sobre todo cómo aprendió que la comida como la vida es para disfrutarla y compartirla con nuestros seres queridos. Con su característico desparpajo y lenguaje llano nos va desgranando, a través de vivencias y anécdotas de forma muy divertida, sus experiencias personales. Con ilustraciones del propio chef y fotografías de Albá Giné, que realizaba de forma espontánea, fiel reflejo de su propia cocina.
A través de los divertidos títulos de cada uno de sus capítulos, intercala sus anécdotas con las recetas. Algunos ejemplos que nos encontramos es el capítulo titulado “La feria”, donde la libertad de las recetas priman con la diversión; o como en el capítulo “Big Fish”, que por su nombre os podréis hacer una idea de qué clase de recetas aparecen en él; uno muy útil es el de “Cocina para cachorros”, en el cual nos cuenta la importancia de que los niños se familiaricen con la cocina, y así se atrevan a probar cosas nuevas; otros ejemplos son los dos últimos capítulos “Clásicos” y “Básicos”, imprescindibles en cualquier libro de cocina que se precie, donde no pueden faltar platos de toda la vida, y lo más esencial que debemos saber a la hora de atarnos el mandil.
Gipsy Chef no es uno de esos cocineros de delantal y cocina ultra-moderna repleta de artefactos electrónicos; él es uno de esos cocineros que se sientan junto a la lumbre en la que coloca una sartén de hierro mientras trocea los ingredientes sobre un cajón de fruta culminando con un sabroso y reconfortante plato.
A través de la editorial Cúpula, Gipsy Chef nos presenta una obra que no es solo un manual de cocina, es un libro ameno, lleno de experiencias y recetas realizables por cualquiera de nosotros. Enseñándonos que la cocina no es una obligación, sino algo divertido y apasionante, donde las reglas se pueden romper, haciendo verdaderamente tuyo cada plato. O en palabras del propio chef: “Cocinar, es para mí, el acto de amor más grande que existe”.