«Cuando llevaba cuatro meses viviendo en Berlín, a Yago Santos le ofrecieron una gran suma de dinero para que sedujera a una mujer a la que no conocía. El plan consistía en ganarse su confianza, comenzar una relación con ella y, al cabo de cierto tiempo, abandonarla. Romperle el corazón, fueron las palabras exactas del hombre que le ofreció el trato. Yago aceptó sin hacer muchas preguntas. Aceptó por tener algo con lo que ocupar sus días.»
Que Josan Hatero haya vuelto a escribir es una extraordinaria noticia para la ficción literaria. Hatero sabe ponerle palabras a la intimidad y con ella nos cuenta cómo somos, lo que nos duele y cómo y por qué amamos como lo hacemos.
La intimidad de los viajeros es una novela de cuya lectura no se sale indemne, nada nos refleja mejor que el deseo. El autor nos presenta una trama de conquistas y rupturas protagonizada por tres personajes huérfanos emocionalmente en un trasfondo contemporáneo y en una ciudad, Berlín, en constante cambio. Allí se cruzan tres personajes que buscan dar sentido a sus vidas, tal vez una segunda oportunidad: Yago, Carrington y Matilda. ¿Qué caminos los han llevado hasta ahí? ¿Qué pretenden con ese juego de espejos al que se entregan?
Con una narración que alterna pasado y presente, conoceremos la historia de cada uno de ellos, esos momentos que definieron su personalidad. Así, recorremos la Barcelona de Yago, que entiende el sexo como un atajo para conocerse a sí mismo; el Londres de Carrington, que descubre que la vida alimenta la ficción y viceversa; y el Múnich de Matilda, que solo se siente verdaderamente ella cuando interpreta un papel para los extraños que comparten su deseo.
Con un estilo brillante, una creación de personajes inolvidables y una capacidad inaudita para acercar al lector a la intimidad de los cuerpos ajenos, Josan Hatero se erige como uno de los narradores que mejor ha sabido retratar el deseo, el enamoramiento, el desengaño y la pérdida. Esta novela habla de nuestra identidad, de los caminos de la culpa, de la libertad de elegir y del derecho a tener una segunda oportunidad.
La voz en tercera persona funciona con una combinación de cercanía, pero no intimismo, y distancia desengañada, muy desapasionada pese a hablar durante todo el relato de rupturas y encuentros sentimentales. Esta voz distante encaja a la perfección en este relato donde el sexo es un atajo para conocerse. |