Los cincuenta relatos que componen ‘Tiza roja’ constituyen una lúcida muestra de historias probables, cercanas, de las que están pasando al otro lado del tabique. Establecen también una suerte de manual de insubordinación, las ingeniosas instrucciones de uso de nuestra capacidad de intervención. Y, sobre todo, son capaces de ponernos delante de todos esos abusos, atropellos y despropósitos cotidianos que solo una ceguera interesada nos impediría ver.
Son textos con los que Isaac Rosa lleva algunos años colaborando en medios como ‘La Marea’ y ‘eldiario.es’, otro modo de intentar quebrar la coraza de docilidad con que el liberalismo insolidario nos quiere cubrir. Pero que ese exoesqueleto lo moldee el individualismo inoperante que aquel segrega, no quiere decir que la acción individual carezca de sentido. Todo lo contrario, solo la suma de voluntades puede generar el poder de cambiar las cosas, nos dice Rosa en relatos como el que da nombre al libro. En él, un enorme contador dibujado con tiza en el suelo de la Puerta del Sol se va renovando cada día misteriosamente, suscitando interpretaciones y adhesiones espontáneas.
La sorpresa, el humor surrealista, la empatía con las víctimas del sistema y la denuncia de los que lo sostienen, asoman en cualquier momento por estos relatos. Así, un aparente lazo amarillo entre el rico ajuar de una Virgen procesionada puede desatar el caos. Unas familias, víctimas de desahucios, deciden refugiarse en las viviendas ficticias de una tienda de muebles. O una misteriosa pancarta destapa la olla de la intransigencia entre los vecinos de un bloque. Porque, para Rosa, la misma fuerza transmisora que genera cadenas de activismo, puede dar lugar a reacciones grotescas cuando los prejuicios y las fake news contaminan y tergiversan la realidad.
Los textos se nos presentan agrupados según las secciones de un periódico, quedando reforzada así tanto su actualidad como su procedencia. En el apartado ‘Ofertas de Empleo’, unos asalariados que temen por sus puestos de trabajo se sienten atrapados en la oficina como personajes de ‘El ángel exterminador’. Y esa misma preocupación invade a aquel otro que creyó haber perdido el suyo cuando ve su mesa ocupada al volver de vacaciones.
En ‘Ciencia y Tecnología’ se nos habla de una app que, con la excusa de pronosticar nuestro futuro, consigue hacerse con todo tipo de datos personales, mientras que, en otro relato, un insensible director de cine se muestra encantado con un paisaje devastado por incendios y sequía, ideal para su film apocalíptico.
Especialmente divertidos e inquietantes a la vez resultan los ‘Anuncios por palabras’, sobre todo aquellos en los que el narrador interpela al lector/a, ya sea para ofrecerle la oportunidad de aprovechar profesionalmente sus habilidades como tal, o para proponerle ser la protagonista de un relato, oferta que no es más que el preludio de un acoso. No menos incisivo resulta el texto en que una empresa ofrece la reconstrucción de recuerdos, aunque sean falseados: la memoria como forma de ficción, porque “no hay memoria que el dinero no pueda comprar”.
En definitiva, una acertada selección de situaciones alarmantemente reconocibles a las que Isaac Rosa da vuelo literario, otorgando verosimilitud a lo improbable y señalando urgencias en lo evidente. Una llamada a no olvidarnos de la otra realidad.
Rafael Martín