Rafael Jordá no es nada nuevo en esto de escribir. Este periodista y presentador de informativos lleva a sus espaldas varias novelas que le han proporcionado un buen puñado de premios literarios, entre ellos el “Nostromo” por su obra “La noche que ardió el Maine”. A pesar de ello he de admitir que su nueva novela “Nido de arena” ha sido lo primero que he leído de él, y puedo asegurar después de la experiencia, que no será lo último y que será un autor al que siga de cerca.
Lo primero que me ha atraído ha sido su narrativa. Me ha cautivado su forma de escribir y describir. De una manera pulcra y ágil, te va atrapando con lo que te cuenta, haciendo que te evadas y entres en la historia desde la primera página. Mención aparte merece el tipo de narrador que utiliza para guiarnos a través de la aventura que viven sus personajes en su típico viaje concertado -eso creen ellos- al Egipto más turístico, el cual dará un giro que cambiará para siempre la vida de todos estos turistas con los que nos podríamos identificar fácilmente. No sería tan descabellado que nos ocurriese algo parecido en la realidad.
Quiero hacer hincapié en el tipo de cronista elegido por el autor. Llevo mucho leído en la vida, y creía que conocía todo tipo de narrador, desde el protagonista hasta al más omnisciente. Pero aquí Rafael Jordá da un nuevo giro de tuerca creando al narrador que vive la aventura en primera persona, pero que gracias a su capacidad de observación pasa a ser omnisciente, llegando a conocer al resto de personajes mejor que ellos mismos, teniendo esto una base consistente y que comprenderemos cuando lleguemos al final del libro.
Cada sujeto está muy bien trabajado. Jugando con los tópicos componentes de un grupo de un viaje de estas características, vamos descubriendo a cada uno a través de los ojos de nuestro narrador y de los propios actos que reflejan la verdadera personalidad de cada uno de ellos, haciendo que vayamos empatizando más con unos y otras veces con otros, porque ahí está la base de un personaje bien creado, que como en la vida real no existe el blanco o el negro, sino que todos estamos compuestos de grises.
A la vez que transcurre la apasionante historia, cargada de tensión en su comienzo donde presagiamos el inminente peligro, transmitiéndonos esa sensación de que algo va a ocurrir, hasta que estalla el conflicto y empieza la verdadera acción, Jordá hace que a través de las visitas guiadas que hacen los personajes, seamos un testigo más de las maravillas que existen en un país tan mágico como Egipto. Nos sentimos un turista más mientras nos hace de guía por los monumentos emblemáticos como son las pirámides, tumbas, ciudades y la historia de dicho país. A través de su narrativa nos hace sentir la incomodidad, el calor, los olores, el entusiasmo y la fatiga de cada uno de ellos. Más de una vez tuve la sensación de tener arena en mis zapatos.
Las casi trescientas páginas llenas de emoción de esta novela se nos harán muy cortas. Llegando a su final con la respiración entrecortada, sabiendo más de Egipto, pero sobre todo, muchísimo más de la propia condición humana.