Es curioso ese mundo imaginario que creamos en nuestra cabeza al leer ciertos libros y al escuchar ciertas canciones. Desde muy pequeña tengo almacenados mundos dentro de mí que salen a la luz cuando releo esos libros o vuelvo a oír las canciones. Hay una canción en concreto, que escuchaba ya cuando era una enana, que siempre que suena me transporta de nuevo a ese microcosmos particular. Se trata de Pedro Navaja, de Rubén Blandes. Una auténtica maravilla de canción que nunca me cansaré de escuchar.
Pues bien, mientras leía Son de la madrugada, esa canción resonaba una y otra vez dentro de mí. Leer este libro ha supuesto un viaje a ese mundo que relata Rubén Blades en la canción y que tan perfectamente tenía dibujado dentro de mí. No sabéis cuál ha sido mi sorpresa cuando el autor, Javier García-Egocheaga, cita esta canción en boca de sus personajes. Ha sido como si el propio autor me lanzase un guiño que me ha hecho sonreír. El mérito, primero, es de Rubén Blades, por crear esa genialidad de canción con un universo tan particular en el que muchos podemos reconocernos. Pero, sin duda, Javier XX tiene también su parte de mérito al haber escrito una novela con banda sonora propia.
Adentrarse en Son de la madrugada es adentrarse en un mundo que se mueve al ritmo de salsa y bachata, un mundo con sabor a licores y aguardientes por el que se mueven unos personajes de lo más variopinto y a cada cual, si cabe, más mezquino y particular.
En este extravagante mundo que ha creado Javier García-Egocheaga, encontramos a Mario, un trombonista que deja su Cartagena para probar suerte como músico en Madrid. El hecho de que Mario descubra “la buena música” al escuchar ese prodigio de canción que es Take Five me lo he tomado, sin duda, como otro guiño del autor. De la manera más fortuita posible, como ocurre casi todo en esta novela, Mario conoce a Rufus, un joven estudiante de periodismo que no sabe muy bien lo que quiere en la vida pero que estará a punto de descubrirlo. De la mano de Mario y Rufus vamos conociendo al resto de personajes. Como os decía antes, una galería de caracteres de lo más particular. Conoceremos a Fernanda y, sobre todo, a María Alejandra, una bailarina colombiana de armas tomar. También están Peter, un bosquimano que está siendo estudiado por antropólogos especialistas; Silvia, otra chica de carácter difícil que hace lo que le da la gana y Wilson García, también conocido como Chococrispis, el archienemigo de Mario. En garitos de salsa, con unas cuantas copas de más van sucediéndose los acontecimientos que nos van llevando de un personaje a otro. Así, conocemos también a Nemesio, padre de Rufus, cuyo particular mundo y amistades resultan ser también de lo más extravagantes. Podría contaros mil cosas sobre todos estos personajes tan particulares y sus andanzas, pero, sin duda, merece la pena adentrarse en las páginas de Son de la madrugada para ir descubriendo la trama. Os diré que una buena novela con banda sonora de Blades no está completa sin asesinatos, detectives e investigaciones policiales y, como no podía ser de otra forma, todo está en Son de la madrugada. Y creedme que cuando digo todo, me refiero a todo.
Ha sido realmente divertido leer esta novela. He disfrutado mucho con la galería de personajes que ha creado Javier García-Egocheaga, con sus diálogos, sus situaciones extrañas y ese mundo que se mueve a ritmo de salsa. Narrada con precisión y un puntito canalla, Son de madrugada es una novela que te atrapa en su particular mundo y que, de alguna u otra forma, cuando terminas de leerla, te encuentras a ti mismo meneando las caderas. Ya sabéis, lectores, “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”.