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«Con una precisión implacable, El consentimiento ilumina con luz fría y helada el área gris del sometimiento.» Élisabeth Philippe, L’OBS «Una historia narrada con gran maestría literaria.» Télérama |
¿Cómo pudo ser que este hombre que fue autor de una vociferante defensa de la pedofilia titulada Los menores de dieciséis años (manifiesto que lo hizo saltar a la fama), y que impulsó en los años setenta un manifiesto a favor de la despenalización de las relaciones sexuales con menores -que firmaron Simone de Beauvoir, Sartre, Aragon, o Roland Barthes-, fuera durante décadas homenajeado, invitado al Palacio del Elíseo y recibiera premios?
Como se cuestiona Springora, ¿la literatura lo justifica todo? Este libro denuncia a toda una sociedad subyugada por el mundo de las letras, para la cual la literatura estaba por encima del bien y del mal, que llevó hasta límites difícilmente justificables el lema de mayo del 68 “Está prohibido prohibir”, y cuestiona a la intelectualidad francesa y a una sociedad obnubilada por el talento y la celebridad. Según el diario Le Monde, El consentimiento ha hecho «arder Saint-Germain-des-Prés». Más de treinta años después de los hechos, Springora narra de forma lúcida y fulgurante esta historia de amor y perversión, y la ambigüedad de su propio consentimiento. El consentimiento fue el libro más importante de la rentrée de 2020 en Francia, un verdadero acontecimiento editorial (fue número uno en ventas desde su publicación, se agotó a los dos días de salir a la calle, se ha vendido a veinte países), saludado unánimemente por la crítica por su calidad literaria. «Paradoja: ha sido necesaria la publicación de un ‹testimonio› —El consentimiento, de Vanessa Springora, una narración pormenorizada y matizada donde las haya— para que los admiradores de Matzneff tomaran conciencia repentina de unos hechos de los que ya habían leído sin embargo el relato en sus libros, es decir, en forma literaria.» Marc Weitzmann, Le Monde «Un padre ausente que ha dejado un vacío insondable en mi vida. Una gran afición a la lectura. Cierta precocidad sexual. Y sobre todo un enorme deseo de que me miren. Ahora se cumplen todas las condiciones.» Con trece años, Vanessa Springora conoce a Gabriel Matzneff, un apasionado escritor treinta y seis años mayor que ella y tras cuyo prestigio y carisma se esconde un depredador, en una cena organizada por su madre, jefa de prensa en una editorial. Con un padre ausente, Vanessa es una lectora voraz y sueña con ser escritora, por lo que asistir a esas veladas supone una verdadera suerte porque llega a coincidir con escritores de la talla de García Márquez o Umberto Eco. Después de un meticuloso cortejo que incluye visitas a la salida del colegio y cartas de amor aduladoras, la adolescente se entrega a él en cuerpo y alma y empieza una relación no autorizada por la ley en ese momento (ni tampoco ahora) pero absolutamente consentida por su parte, cegada por el amor e ignorante de que sus relaciones con menores llevan años nutriendo su producción literaria. Primero él se apodera de su cuerpo (“Un adolescente vulnerable siempre buscará el amor antes que la satisfacción sexual”) y enseguida se irán a vivir juntos bajo la mirada benevolente de su propia madre, que casi se siente halagada de que un escritor tan célebre haya escogido a su hija; luego, Matzneff se apodera de todo lo demás. Esta novela nos hace reflexionar sobre el consentimiento de todos: el de la víctima (que es el gran argumento que justifica el abuso), el de una madre que se deja seducir por el aura del escritor, el de toda una sociedad que no dijo nada, el de programas literarios como Apostrophe donde le preguntaban entre risas sobre su afición a las jovencitas; destapa la ceguera de toda una sociedad que no supo proteger a sus hijos en nombre de la libertad y del arte.El consentimiento es la prueba de que la literatura todavía es capaz de sacudir a la sociedad y hacer cambiar las cosas: un tsunami literario, un libro mayúsculo y una voz de una fuerza extraordinaria que nos recuerda a Virginie Despentes, a Tara Westover y a Hanya Yanagihara. |