“Ahora la niebla cae sobre la tierra./ El ojo de la imaginación se torna ciego./ Y el humo, único residuo de la sabiduría escrita,/ conduce a poetas y profetas a su muerte,/ su tumba, su temblorosa e informe sepultura”
Así es el mal; así es la guerra
Como tal acto humano (más aun por cuanto viene avalado por el componente consciente de tragedia) la guerra afecta intrínsecamente al hombre en la medida en que representa una de las pasiones más sensibles, la destrucción de la vida.
Y en tal sentido, ontológico, parece haber percibido y sentido el autor de este poemario en cuanto a perceptor, y víctima potencial, del hecho mismo, en este caso la guerra civil española, por cuanto, por razones ideológicas y en defensa de la libertad, dejó su país natal, Estados Unidos, para unirse aquí a las Brigadas Internacionales.
En ocasiones creo que la fuerza de las palabras les otorga una significación y una libertad que estremece el ánimo:
“En la orilla, más tarde, faltan ya cien de nosotros,/no podemos ni llorarlos ni escuchar consuelo alguno./ Tan cansados y tan débiles que ni sonreír logramos/ a quienes nos rescataron. Tan vacíos que no hay/ palabra que bien describa la pena que nos inunda”
El dolor, el miedo, la estrechez que inunda la voluntad y el corazón por la falta de libertad son, sin duda, acicates suficientes para que el hombre se rebele, manifieste su desánimo y su rabia en contra del opresor, que, al fin, también podría decirse que son las guerras mismas, engendradas por demoníaca estrategia de unos pocos llevando a tantos inocentes a un campo de batalla donde la muerte ha de ser la gran protagonista.
Este libro, este discurso testimonio de una situación cruel y aniquiladora, llega a provocar las expresiones y los sentimientos más hondos de aquellos que, dotados de inteligencia y del sentido de la moral, han de poner de manifiesto su indignación en pro de un discurso más constructivo entre los hombres, de una dialéctica más democrática y abierta que destructora. Ay!, siempre el hombre contra el hombre, como dejó dicho el filósofo. Desde una actitud crítica, consciente, “Debemos recordar con exactitud por qué luchamos/ con claridad por qué dejamos esta orilla insuficiente y volvimos nuestros ojos y corazones hacia España” Ay!, siempre España en las crónicas oscuras y amargas de la historia. Siempre el litigio pretendiendo resolverlo a través de la fuerza, de la opresión, la disputa, el miedo amenazante, y no a través de ese bien comprensivo y generoso, la palabra. La que, utilizada con comedimiento y respeto al adversario, ha servido, debería servir siempre, para valorar lo constructivo, para poder definir la belleza, el orden que nos aproxime y no el oscuro horizonte que amenaza, y es, tiniebla.
‘Dias-logos’, a través de la palabra. Así se expresa el poeta y canta su dolor como invocación a la redención