«Llamamos “punto de encuentro” / a ese lugar / donde buscamos para ser hallados».
Eso dice con tino Martín Bezanilla, en su libro Viral. Da vértigo hablar de virus, cuando el coronavirus chino nos asedia desde los medios de comunicación. Y sin embargo, tiene sentido en manos de este cántabro, nacido en Valles Pasiegos en 1984, que hurga en los trasmundos de internet y los sacude tratando de encontrar a las personas que están al otro lado de la epidemia digital:
«Probemos a enfermar de humanidad. Probarnos / otro traje / para pintarnos más desnudos».
Las imágenes, los eslóganes, los fenómenos virales de la red, vistos desde fuera, contenidos en un libro de versos, sufren la tranformación del urinario de Duchamp. Con ellos, Bezanilla explora las dificultades del ser humano para compartirse, en una sociedad que está más tiempo hablando que escuchando:
«Tampoco hacía falta una bombilla / que iluminara tanta luz».
A veces, la fragmentación se le escapa, salta de una imagen a otra acumulando imágenes, a la manera del creacionismo de Larrea:
«La realidad, a tu paso, / migas de bollería industrial / que entre las grietas / picotean las palomas».
Pero muchos de esos fragmentos tienen la virtud de sorprendernos y de contener en ese instante preciso el factor humano, diluido en los megahercios de las pantallas:
«estoy hablando del soborno de los días / y el cable tenso / de un remolque en carretera».
Hay un afán de conectar con la extrañeza, de encarnarse en lo que ha sido, sin dejar de estar presente: «Somos / el alma en los cristales / de las casas vacías». De hecho, todo es engañoso, «las fotos nunca revelan lo que ha sido», o en otro momento, «son inmortales los felices, aunque en los álbumes / la gente ya haya sido». Miramos el resplandor ya muerto, como la luz de esas estrellas que brillan desapercibidas en el cielo de la noche.
Rinde así homenajes desenfadados a poemas conocidos de Marzal o de Cavafis:
«Si vas a emprender el viaje hacia Ítaca, / puede que la ruta incluya algún peaje; / y túneles y amores de alta montaña / recuerdos con cadenas y luces antiniebla».