Qué difícil es ser dios, de Arkadi y Borís Strugatski

Antes de nada he de confesar que soy un enamorado de Gigamesh, tanto de la editorial, como de su librería sita en Barcelona. Entre mis preferencias a la hora de elegir un libro está la fantasía y la ciencia ficción, y Gigamesh es la panacea dentro del género, conocida por los más profanos como la editorial de la omnipresente “Canción de fuego y hielo” de Geroge R. R. Martin.

Hecho este inciso vamos con la obra que nos ocupa. Llevaba mucho tiempo queriendo leer “Qué difícil es ser dios”, un hito de la ciencia ficción escrita por los hermanos rusos Arkadi y Boris Strugatski allá por el lejano año 65 del siglo pasado. Estos hermanos, que creaban juntos sus novelas, son más conocidos por el clásico “Picni extraterrestre”, siendo más controvertida la obra que nos ocupa hoy.

A través de los ojos del observador infiltrado don Rumata, en su papel de aristócrata en la corte de Arkanar, vemos como este miembro del Instituto de Historia Experimental nos va descubriendo los entresijos de la política y la sociedad medieval de un planeta muy parecido a la Tierra pero con varios siglos de retraso tanto tecnológico como social, donde no se le está permitido interferir en sus asuntos de estado.

Lo que me fascina de la mayoría de obras de ciencia ficción es que irónicamente trata de la realidad que vivimos más que otros géneros denominados como realistas. En la mayor parte no son más que metáforas de nuestra sociedad o modo de vida a la que, mas o menos, sutilmente el autor revisa o critica. Y “Qué difícil…” no es una excepción. Teniendo en cuenta el año y la nacionalidad de los autores, nos podemos hacer una idea de que esa sociedad medieval que retratan no es ni más ni menos que el sistema comunista de una asfixiante Unión Soviética en su mayor apogeo. Donde presumimos que por su enmascaramiento dentro de la ciencia ficción pudo ser publicada evitando su censura, y por consiguiente unas vacaciones pagadas en un confortable gulag a estos hermanos tan críticos con el sistema.

Lo que más me ha sorprendido de esta novela de género es que sus trazos de ciencia ficción son muy sutiles. Adivinamos el origen y objetivo de estos observadores neutrales por algunas alusiones que se hace al origen de estos “dioses”. Trazos que si los eliminamos no alteramos en nada la historia, y seguiría siendo una gran obra crítica ambientada en la Edad Media, tan bien retratada que no solo nos introducimos facilmente en la trama, sino que sentimos hasta los olores que debe soportar un hombre refinado del futuro en un lugar donde la higiene personal se ve como algo estrafalario.

Una Edad Media tan bien retratada que me venía a la mente más de una vez la película “Los señores del acero” de Paul Verhoeven y no la idealizada por “Robin Hood” de Kevin Reynolds por poner un ejemplo. Pero que mejor película para que os hagáis una idea que su propia adaptación que realizó Aleksey German en 2013. Aunque también podréis disfrutar de su adaptación alemana realizada por Peter Fleischmann, y que a mí me ha sido imposible localizar.

Su protagonista, Rumata, es tan carismático que la novela se os hará corta y os quedareis con ganas de más. Y no solo su protagonista goza de ese carisma, ya que algo que me ha llamado la atención de este libro es la construcción de sus personajes, haciendo incluso entrañables a los secundarios, y es que se nota que los autores mimaron la creación de todos ellos dotándolos de un aura de credibilidad, no dejando ninguno en un mero esbozo a pesar de su poca relevancia en el texto.

No quiero dejar de hablar de esta exquisita edición que ha realizado Gigamesh. Este formato en tapa dura que he tenido la suerte de adquirir se merece un puesto privilegiado en la estantería por la belleza de su portada, y a pesar de tener solo ilustraciones en sus cubiertas y contracubiertas son dignas de mención por la labor minimalista que ha realizado Alejandro Terán inspiradas en antiguas miniaturas de textos medievales. Y no quiero obviar la gran labor de traducción que han desempeñado Justo E. Vasco y Raquel Marqués directamente del ruso. La propia Raquel también ha pergeñado una presentación a la altura de esta gran novela.

Un clásico de la ciencia ficción que si te denominas fan del género no debes dejar escapar.