Juan Gómez-Jurado comenzaba su trayectoria como autor de best sellers removiendo ciertos tópicos. Elaboró algunas certeras intrigas vaticanas, arqueológicas e históricas para, finalmente, apostar por un thriller más puro, sin tanto aditivo, en un recorrido que ha desembocado en ‘Reina Roja’, su última entrega.
En ese camino hay dos paradas previas, ‘El paciente’ y ‘Cicatriz’, cuya vocación cosmopolita y cinematográfica queda patente en los personajes y decorados americanos que exhibe. Ahora Gómez-Jurado opta por una versión más castiza y doméstica de aquellos, manteniendo intactas, aunque devaluadas, las posibilidades de adaptación del texto a otros soportes.
Y esa elección es uno de los aciertos de ‘Reina Roja’, al permitir al lector reconocer entre sus personajes no solo arquetipos locales o tópicos cercanos, sino incluso conspicuas figuras de nuestra actualidad nacional.
La pareja protagonista está formada por un inspector homosexual entrado en carnes que vive con su madre y una joven con altas capacidades reclutada para un ambicioso proyecto de lucha contra el crimen. El proyecto Reina Roja pretende soslayar la falta de coordinación entre cuerpos policiales, reservándose su intervención para casos de alto nivel que requieran máxima discreción. Se trata aquí del secuestro consecutivo de sendos herederos de dos grandes fortunas: el hijo de la presidenta del mayor banco europeo y la hija del empresario textil más rico del mundo.
A los investigadores no les cuadra el silencio mediático incompatible con el narcisismo de un psicópata que actúa para el público, ni la duplicación innecesaria de una acción cuyo objetivo fuera económico. Y Gómez-Jurado deja que el lector especule mientras lo apremia a seguir hacia adelante, introduciendo el tema de la culpa, la del asesino, la de la protagonista, o las de la banquera y el empresario, a los que enfrenta a un dilema que reconocerán los lectores de ‘El paciente’: ceder a un ominoso chantaje a cambio de la vida de un hijo.
Otro de los aciertos del texto, y recurso para rebajar la tensión, es el tono socarrón e irónico que mantiene a lo largo de sus páginas. Lo aportan los personajes, pero también el original narrador: tiene voz de primera persona, aunque necesita ser omnisciente para transcribir las reflexiones de aquellos, recuperar historias del pasado o relatar la angustia de una víctima de secuestro. Descarta así el autor la opción, elegida anteriormente, de alternar ambas formas de narración en un mismo texto, decantándose por una original coherencia.
Además de todo eso ‘Reina Roja’, como las novelas que la preceden, está bien escrita, lo cual ya no es algo que pueda darse por descontado a la vista de ciertos superventas recientes. De todas formas, si quieren encontrarle algún pero, podrían buscar entre los difusos móviles de las conductas de ciertos personajes, aunque, con la velocidad con que se devora el texto y aprovechando la inercia, pueden pasar por encima de esas objeciones con un simple y grácil salto.
Rafael Martín