Primera novela del autor, que inicia su andadura con un premio literario, el Nostromo, concedido a la literatura de corte naval y marinera. La novela, pese a estar impregnada de salitre y tufillo a sardinas y boquerones asados, está escrita en clave de novela policiaca. No obstante, José Antonio Quirce, biólogo marino, no puede evitar que el texto esté trufado de digresiones biológicas, pesqueras, …y santoñesas, su tierra natal.
Santoña es, pues, el centro donde se desarrolla la acción. La bella población cántabra, a los pies del Monte Buciero ve alterada su paz por un trágico suceso: un marinero ha desaparecido. La Guardia Civil pide colaboración a las Policía Nacional y allá que se desplaza un equipo de tres policías: el inspector jefe Ventura, el subinspector Rueda y una policía en prácticas, Verónica del Río. A poco de iniciar la investigación, se denuncia otra desaparición. Y la cosa se complica con el descubrimiento, con escaso margen de diferencia, de dos cadáveres, devueltos por el mar. Mientras la Guardia Civil investiga a uno de los desaparecidos, Cabuyas, activo marinero experto en nudos, los policías nacionales se ocupan del otro, Chinuco, antiguo marinero, borrachín y dado a una vida irregular.
El título de la novela está muy bien escogido, puesto que de nudos anda la trama. Narrada en tercera persona, con varios incisos en cursiva que muestran los pensamientos o cavilaciones de los policías, y un comienzo en primera persona y cursiva en el que (quizás demasiado pronto) se avanzan las claves por las que va a discurrir la trama. Tales incisos pueden confundir un poco al lector, en mi opinión. Pero aportan cierta simbología, y sugerentes paralelismos con la vida animal acuática.
El argumento, que comienza con la desaparición de un hombre, se va complicando poco a poco con nuevos personajes y con otras tramas delictivas encubiertas que la sospecha y la interrelación de un caso con el otro lleva tanto a la Policía como a la Guardia Civil a ir desenredando una complicada madeja, un nudo marinero difícil de soltar.
El autor se explaya con verdadero placer en la descripción de la comarca, de las costumbres marineras y la terminología pesquera, así como en las comidas, usos y todo tipo de detalles de la vida de un puerto pesquero. Esto lleva a una cierta ralentización de la acción, que solo al final adquiere una fuerte tensión, a la que llegará paulatinamente como un río de lento transcurrir y que de pronto se acerca a una catarata, aumentando velocidad y fragor.
El nudo es, efectivamente, el eje de toda la narración, y no solo el nudo físico, sino el simbólico de esa trama que va surgiendo, esa red que no es precisamente para pescar peces, y que indirectamente está ligada al hecho de las desapariciones. La investigación de una cosa va a llevar a otras, y van a salir a la luz secretos tenazmente escondidos. Historias de amor y de traición, amistades peligrosas, en fin, un cúmulo de cabos entrelazados como el as de guía o el del ahorcado.
Quizá se echa en falta un poco más de profundidad en la psicología de los personajes, los cuales están descritos algo esquemáticamente, siempre en función de la acción. Pero el género policíaco suele centrar sus argumentos en la trama, en los hechos, y no tanto en los personajes, por tanto, el autor se ciñe a los parámetros del género, si bien los amplía con las lecciones de biología o de historia que se alternan con el relato propiamente dicho. Esto le confiere una cierta originalidad respecto a lo habitual.
Una ópera prima de evidente interés, que esperamos tenga próximamente una continuidad.