Zulaimar no tenía abuelo, sus amigas sí, uno de ellos era alto como una palmera, otro, redondo como una O, otro, con ojos negros…, pero por más que lo intentó Zulaimar, ninguna de sus amigas le prestó su abuelo ni siquiera un ratito.
Todos sabemos que los algunos niños no disponen cerca de unos abuelos con los que jugar, pasear, comer helados, compartir abrazos…, pero la protagonista de esta historia decide poner remedio a su caso y no duda en crear un abuelo a su gusto; para ello cogió una silla vieja, le colocó una sábana de colores, unos salchichones grandes a modo de brazos, una sandía como cabeza y un sombrero para rematar su cabeza.
Gracias a su imaginación Zulaimar tuvo un abuelo con el que salía a pasear, se divertía y jugaba; todas sus amigas estaban muy contentas porque ella también cumplió su sueño.
Se trata de una historia dulce y emocionante, donde prima la imaginación de una niña para superar sus necesidades afectivas, Juan Carlos Méndez-Guédez da gran importancia a la capacidad creativa como elemento generador de nuevas experiencias favorables ante situaciones adversas.
Elsa Klever recoge esa idea de soledad, presentando en la portada un sillón vacío donde se supone que debe estar el abuelo; en el interior una pléyade de personajes coloristas acompaña a la protagonista en sus peripecias en la fabricación de un abuelo que la acompañe en los paseos.
El escritor venezolano Juan Carlos Méndez Guédez destaca que el personaje de su historia tiene un nombre peculiar “por lo que imagino ha viajado desde Venezuela a un lugar lejano y al no tener la maravillosa figura de un abuelo comprende que frente a la soledad siempre le quedará la fuerza de la imaginación y el sueño”.
Además, incide en que la protagonista “vive una experiencia particular: es la propia Zulaimar quien debe salvar a su abuelo de la hostilidad del mundo, y sus herramientas para sobrevivir son la capacidad de transformar en belleza y ternura los objetos corrientes que la rodean”.
Partiendo de una carencia, Méndez nos sumerge en una emocionante y dulce historia que nos recuerda
la importancia de la capacidad creativa que permite generar ideas nuevas, experimentar y buscar alternativas ante situaciones desfavorables.
La ilustradora alemana Elsa Klever recoge esta idea de carencia apuntada por el autor. No en vano vemos en la portada un sillón vacío. Pero enseguida nos introduce en una colorida propuesta plástica donde un sinfín de personajes nos permiten seguir las peripecias de la pequeña protagonista que nos transmite su optimismo: “quería que se pudiera seguir la historia de Zulaimar y, al mismo tiempo, descubrir nuevos detalles en cada página.”
Klever confiesa haber disfrutado recreando la ambientación del cuento e inventando personajes que no forman parte de la narración escrita. Enamorada de la heroína desde que leyó por primera vez el texto, decidió que por la fuerza que desprendía debía de ser una “niña-zorro”: “¿cómo no amar a una niña que construye a su abuelo y juntos corren más rápido que los unicornios?”.
En su primera colaboración con OQO editora, tanto autor como ilustradora, nos ofrecen un texto sencillo y unas ilustraciones frescas para que los más pequeños disfruten de una historia divertida, tierna y optimista y los más mayores redescubran “las calles en pendiente”.
Ficha técnica
Juan Carlos Méndez Guédez & Elsa Klever
12,90 € | 978-84-9871-525-5
36 págs. | cartoné | 25×23 cm |
mayo 2015
+ 3 años
Zulaimar no tenía abuelo. Pero todas sus amigas tenían uno. El de María era alto como una palmera. El de Lucía, redondo como una O. El de Susana, con los ojos oscuros como el café. Por las tardes iban con ellos al parque. Tomaban helados. Hacían dibujos en la arena.
Zulaimar no logró que ninguna de sus amigas le prestase a su abuelo.
Entonces, dando un nuevo uso a objetos que tenía a su alrededor, decidió construirse uno.
Su invento no funcionó a la primera, fueron necesarios algunos retoques, pero al final, convirtió su deseo en realidad.
No todos los niños pueden disfrutar de la presencia de un abuelo cerca con el que compartir juegos, abrazos, experiencias…
Eso es lo que le sucede a Zulaimar pero, lejos de amedrentarse, la pequeña de esta historia echa mano de su ingenio y transforma la ausencia en terreno fértil de donde surgen la creación y la dulzura.