Luego del rescate de “Ferdydurke”, la novela central del polaco Witold Gombrowicz, la editorial argentina que se ha propuesto publicar la totalidad de su obra prosigue con su propósito al reeditar “Bacacay”, cuentos escritos en su gran mayoría en la década de 1930 y que el propio autor recopilara en los años ’50. En la edición argentina se incorporan otros tres textos, también de la misma época, que hasta ahora no habían sido recogidos en libro.
“Al leer hoy esas lejanas novelitas –expresó Gombrowicz poco antes de morir- me digo: ¡vaya, pues no dejan de tener su riqueza! Vibran con cortocircuitos sorprendentes, con visiones inesperadas, bullen de humor y de juego…”.
No le faltaba razón. Sus cuentos son inaugurales y –hoy diríamos- ajenos a lo políticamente correcto. Son cuentos corrosivos, agresivos además de “juguetones” y fieles a su premisa central: expresarse de todas las formas posibles contra lo instituido. Eróticos sin declararlo explícitamente (salvo en “La virginidad”, uno de sus relatos más logrados), agresivos a su manera y enfrentados al mundo conservador en el que el propio Gombrowicz se movía, en la Varsovia de entreguerras.
Un joven que no puede dejar de bailar ante un famoso abogado, un hombre de escasos recursos que asiste al banquete de una condesa que deviene en orgía gastronómica, un burgués que no puede reprimir su amor por las criadas, un hombre embarcado en un peligroso viaje en buque, otro que vive extrañísimas aventuras mientras su vida peligra, un gigante derrotado por una rata, un policía que investiga una extraña muerte… Tales, algunas de las anécdotas de los cuentos incluidos en este libro, historias que refieren al absurdo, otra piedra basal de y en la obra de Gombrowicz.
Una virgen inquietante
La virtud central de “La virginidad”, uno de los mejores cuentos de Witoldo, es la de haber sabido narrar las inquietudes profundas de una joven virgen, absoluta ignorante de las relaciones sexuales, apelando a situaciones casi irracionales, que despiertan en ella sensaciones y actitudes insospechadas.
La ingenuidad absoluta de Alicia, la protagonista, queda demostrada cuando no entiende por qué su prometido Pablo le pide la mano. “¿No va a pretender que me corte una mano?”, llega a preguntar, asustada. Pero esa ingenuidad se quiebra cuando un pordiosero le tira una piedra que, aunque le produce dolor, también la hace sonreír.
De ahí en más se desatarán en ella inesperadas perturbaciones que no puede sofrenar y que le generan reacciones impensadas, como robar una cuchara y esconderla y hacerle preguntas a su madre, relacionadas –entre otras cuestiones- con la desnudez y la inmundicia.
Pablo, que ha hecho suyas las palabras de Chateaubriand (“la virginidad asciende del ser más bajo en la escala biológica y llega al hombre, y del hombre salta a los ángeles y de los ángeles a Dios”), idolatra a Alicia, por lo que no puede entenderla cuando ella le hace una invitación particular que habla de sus deseos más recónditos, de su explícita carnalidad.
El banquete real
En una determinada monarquía, el rey celebrará sus esponsales con la archiduquesa, para lo que se dispone la realización de un espléndido banquete. Pero cuando se está en sus preparativos, el rey –demostrando su impudicia- reclama un pago, un soborno que sobresalta a sus súbditos inmediatos, empezando por el viejo Canciller. Éste comprende que el rey, al exhibirse corrupto ante la duquesa puede hacer peligrar al mismo reino. Entonces propone “enclaustrar al Rey en el Rey”, es decir, evitar que se desmadre, que pierda entidad ante su prometida.
El banquete se llevará a cabo pero, por indicación del Canciller, cada una de las acciones del rey deberá ser imitada por la concurrencia, por lo que de ahí en más habrá un in crescendo de actos cada vez más irracionales, producidos por el monarca para diferenciarse de su corte y al mismo tiempo copiados por ella para que el rey, y con él reino, no se derrumbe.
Como dije, “La virginidad” es un gran relato y “El banquete” también lo es y por eso me he detenido en ellos, pero Gombrowicz está también muy bien representado, en cuanto a su pluma, a su escritura tan personal, y a su filosofía, en otros textos, tales como en ““El bailarín del abogado Kraykowsky”, “El festín de la condesa Kotlubaj” o “En la escalera de servicio”. Por otra parte, los cuentos inéditos rescatados, sin ser obras cumbres, complementan muy bien la fértil primera etapa creativa del autor escrita en su casi totalidad en Polonia, es decir antes de que se radicara en Buenos Aires, donde vivió 24 años.
“Lo que yo me propongo en mis obras es quizá sencillamente debilitar todas las construcciones de la moral premeditada, a fin de que nuestro reflejo moral inmediato, el más espontáneo, pueda manifestarse”, expresó el gran escritor. Estos cuentos son una fiel expresión de su ideario.
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Sobre el título: Cuando Gombrowicz resolvió recopilar sus cuentos lo llamó “Bakakaï”, por razones fonéticas, en homenaje a la calle Bacacay de Buenos Aires donde vivió en una casa de pensión. El nombre recuerda a una batalla entre las tropas argentinas (del Río de la Plata) y las del imperio de Brasil. La editorial que está recuperando su obra resolvió “rebautizarlo” con el nombre correcto de la citada calle porteña.
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Los cuentos completos. De “Memorias del tiempo de la inmadurez” son los cuentos “El bailarín del abogado Kraykowsky”, “El diario de Stefan Czarniecki”, “Crimen premeditado”, “El festín de la condesa Kotlubaj”, “La virginidad”, “En la escalera de servicio” y “Aventuras”. Los cuentos posteriores a ese libro, incorporados por Gombrowicz a “Bacacay”, son: “Acerca de lo que ocurrió a bordo de la goleta Banbury” (1932), “La rata” (1937) y “El banquete” (1946). Por último, los inéditos ahora publicados se titulan “El drama de los señores barones” (1933), “El pozo” (1935) y “Pampelan en el parlante” (1937).