El arriero de ‘La Providence’ de Georges Simenon

El arriero de La Providence

    Maigret, el personaje de Simenon que, de algún modo, ha ‘humanizado’ el delito toda vez que, acercándose a considerar como pocos la debilidad humana (y hacer un ejercicio de comprensión en ello) ha dado ‘verosimilitud’ a la novela mal llamada negra, nos presenta aquí un caso más de dolor en el fondo, de soledad ontológica, tratado con la precisión propia de un observador que tiende a ver desde dentro a los personajes, al protagonista, condición que le ha valido al autor el aprecio y reconocimiento de ser un referente dentro de la novela de intriga; de la novela al fin.

“La mujer le quitó una brizna de paja de la oreja. Para mí, mi vida es mi casa, mis cacharros de latón, mis cuatro muebles –creo que si me dieran un palacio no sería feliz… Para Jean (a la sazón, el asesino moribundo que ha sido identificado por las pesquisas del inspector) su vida es su caballeriza… ¡Y las bestias!”

Jean había cometido un crimen pasional en el sentido más hondo de la palabra y Maigret, luego de un ejercicio muy minucioso de persistente indagación, como es habitual en él,  ha puesto de manifiesto su delito, a pesar de lo cual el lector percibe que el inspector le comprende y casi le perdona. Mató no a su exmujer, sino su incomprensible deslealtad después de su juramento de amor.

No es en vano, desde luego, que otros escritores, desde Gide a Banville, han resaltado las cualidades literarias del prolífico George Simenon. Su minuciosidad para la descripción de los detalles de la escena, para la percepción sicológica del individuo (donde la presencia de la mujer siempre juega un papel esencial) El ritmo preciso y metódico de la narración, la aportación progresiva de elementos o matices que van iluminando y enriqueciendo la escena han constituido siempre unos rasgos de su obra que los mejores escritores han querido señalar.

De ahí que sea muy difícil eludir el comprometerse con sus tramas novelescas: a veces bajo una cierta sombra opresiva, de pobreza o soledad, pero siempre humanizadas, reflejos de la  tribulación humana, de la presencia de la desatención, de la ausencia de amor. En esta novela se va colando, por ejemplo, con un ritmo persistente, casi cansino, el trajinar de las compuertas en las vías interiores de navegación, lugar físico donde transcurren los hechos.

Una lectura a todas luces implicadora, dura más reconfortante. Una variante para el ‘homo homini lupus’, que diría Hobbes  (popularizando la frase de Plauto) para quien el hombre hallará, siempre, en el otro, la causa de tantos de sus males.

Un ejercicio de consciencia lleno de realismo y verosimilitud.

 

 

 

 

Reseñado por Ricardo Martínez

Escrito por Georges Simenon

Georges Simenon (Lieja, Bélgica, 1903 – Lausana, Suiza, 1989) escribió ciento noventa y una novelas con su nombre, y un número impreciso de novelas y relatos publicados con seudónimo, además de libros de memorias y textos dictados. El comisario Maigret es el protagonista de setenta y dos de estas novelas y treinta y un relatos, todos ellos publicados entre 1931 y 1972. Célebre en el mundo entero, reconocido ya como un maestro, hoy nadie duda de que sea uno de los mayores escritores del siglo XX. En esta editorial han aparecido El gato (Acantilado, 2012), Pietr, el Letón (Acantilado, 2012), El perro canelo (Acantilado, 2012), La casa del canal (Acantilado, 2012), Los vecinos de enfrente (Acantilado, 2013), Las hermanas Lacroix (Acantilado, 2013), Maigret en los dominios del córoner (Acantilado, 2013), La nieve estaba sucia (Acantilado, 2014) y El círculo de los Mahé (2014).

Ficha técnica

Traducción: Núria Petit

Páginas: 144 Precio: 16.00 €
En un establo cerca de las aguas del canal lateral del Marne, a la altura de Dizy, aparece el cadáver de una mujer que navegaba en el Southern Cross, un elegante yate que nadie había visto surcar antes los canales de la región. Cuando Maigret llega a la escena del crimen los principales sospechosos son los tripulantes de la embarcación, sofisticados y extravagantes: sir Lampson—el marido de la víctima—, Willy, Vladímir y la señora Negretti. Pero la aparición de un segundo cadáver flotando en las aguas del canal pondrá al comisario sobre la pista de La Providence, la gabarra de un modesto matrimonio de Bruselas y su arriero Jean, un hombre rústico y huraño. Sólo cuando Maigret descubra los secretos que albergan el Southern Cross y La Providence, entenderá por qué el cruce de sus recorridos había de resultar funesto.