Esta antología se compone de ocho relatos de distinta longitud, cuyo eje es, precisamente, la cualidad que caracteriza a los personajes que los protagonizan. Son seres desplazados, fronterizos, errabundos, de identidad indefinida. Y tratados, en general, con mucho humor, a veces ácido, a veces tierno. Muchos de ellos siguen el esquema de que alguien encuentra a un amigo y le cuenta su historia o la historia de otro personaje. Relato dentro del relato. Maestro del relato breve, destaca en ellos su tratamiento sorprendente de los finales narrativos. En sus textos están contenidos, como ideas, algunos de los grandes personajes autores posteriores, como Salinger, Capote, Wolfe, Carver, etc.
El primer relato, «El Dirigente», parodia de una república bananera, lo desarrolla mediante la delirante y enloquecida historia de Barney O’Connor y Kansas Bill, una especie de Quijote y Sancho a la anglosajona.
«El atavismo de John Tom Pequeño Oso» tiene como personaje central un mestizo cultural, un indio cherokee pasado por el filtro educativo occidental de una universidad del Medio Oeste. Pequeño Oso tiene un socio, que es el que cuenta el suceso, como prueba del calado de la educación, ya que ante un impacto emocional, el atavismo cherokee resurge del fondo de su alma, sorpresivamente.
«Quien ayuda a los demás» es contada al narrador por un amigo, reconociendo que es una idea de Rudyard Kipling: “Un hombre puede hacer mucho más por el prójimo de lo que puede hacer por sí mismo”.
«La llamada del amigo» es un canto a la solidaridad de la amistad, en un pueblito perdido del estado de Colorado. Una amistad no idealizada, sino real. Una verdadera amistad.
«Niebla en Santone» es un relato más ácido, sobre la tuberculosis y aquellos afectados de la terrible enfermedad que tantas muertes originó en el siglo XIX.
«Las marionetas» tiene un punto de humor negro pero a la vez, de ternura. El personaje que lo protagoniza, el doctor James, tiene una doble faceta, una legal y humanitaria, y otra claramente delictiva. Y también su lado tierno.
«El Marqués y miss Sally» es una deliciosa historia de la confluencia de dos seres perdidos y solitarios, en pleno oeste, tierra de cowboys. La sorpresa final creo que es la más asombrosa de todas.
Cierra el libro «Las aventuras de un autor con su propio héroe», relato harto original y divertido, en el que el autor discute con su personaje, Van Sweller, que le ha salido “respondón” y lo más divertido es la nota final de la supuesta editorial.
William Sydney Porter (Greensboro, Carolina del Norte,1862 –Asheville, Carolina del Norte, 1910) era el verdadero nombre de O.Henry. Periodista, escritor, ¡incluso farmacéutico, en sus comienzos! La razón por la que acabó eligiendo tal seudónimo tiene que ver con un gato y es tan literaria como su vida, que consistió en un acúmulo de aventuras y experiencias que supo utilizar muy bien en sus escritos. Se le podría considerar un verdadero trotamundos, un rolling stone. Rodó de una parte a otra de Estados Unidos e incluso Honduras, adonde huyó cuando fue acusado de malversación de fondos. Estuvo asentado en Nueva York una temporada, escribiendo una larga serie de reportajes para prensa y relatos.
Jorge Luis Borges, que lo admiraba mucho, escribió sobre él: “Edgar Allan Poe había sostenido que todo cuento debe redactarse en función de su desenlace; O. Henry exageró esta doctrina y llegó así al trick story, al relato en cuya línea final acecha una sorpresa. Tal procedimiento, a la larga, tiene algo de mecánico; O. Henry nos ha dejado, sin embargo, más de una breve y patética obra maestra”.
En suma, un libro breve, entretenido, con un conjunto de relatos interesante y que puede hacer pasar un buen rato al lector ocasional o al seguidor de O’Henry.