Este relato conmovedor en primera persona narra sucesos que pese a ser conocidos no dejan de remover conciencias. Más cuando se trata de vidas humanas. En concreto, se relatan los sufrimientos a los que se enfrenta un niño que ve truncada su infancia. Este superviviente del holocausto necesita tiempo para poder expresar todas sus vivencias, así como para dar reconocimiento a la figura de Schindler, su salvador. Saldrán a flote los recuerdos de su padre y su intento de superación para dar a la familia el mejor futuro, la vida tranquila en un ambiente familar , sus celebraciones religiosas…Nadie podía siquiera imaginar el futuro que les aguardaba. Si en otra época su padre trabajó para los alemanes en la construcción del ferrocarril cómo puede alguien desconfiar de ellos. Es impensable que puedan arrebatarle la seguridad en sí mismo y la autoestima. Le “parece increíble que la gente no hiciera nada mientras sucedían cosas espantosas“.
Los interrogantes se suceden mientras su vida se transforma : la necesidad de madurar por obligación, que otros niños dejen de hablarle y hagan como que no le conocen, el tener que abandonar su hogar para vivir en lugares terribles. En medio de estos sucesos una familia lucha por mantenerse unida y comparte lo poco que tiene. Sus lazos familiares nadie puede romperlos.
Un atisbo de esperanza se vislumbra en la figura de Schindler, quien a pesar de ser un empresario nazi, se presenta en un momento clave en la vida del personaje realizando una labor impensable a favor de los judíos que merece ser recordada. Ahora el protagonista, ya adulto y aunque “ casi nunca hablaba de sus vivencias en la guerra “, no puede abandonar sus recuerdos y nos hace partícipe de ellos.