La lengua de los secretos es la obra llamada a ser la triunfadora en esta primavera literaria. Hoy sale a la venta esta novela mágica y tierna por partes iguales que combina la forma de ver la Guerra Civil desde los ojos de un niño, como si fuera una aventura, con el poder salvador de la literatura para su propio autor.
Martín Abrisketa cuenta en el libro de Roca Editorial la increíble aventura de su padre y sus hermanos antes, durante y después de la contienda española. Martintxo nació en un queso: su Arrigorriaga natal estaba perforada por las minas que llevaron a tanta gente a trabajar a una tierra donde sus habitantes aún cuidaban vacas y hablaban «la lengua de los secretos». Siendo aún niño, ve también cómo la guerra perfora su pueblo con las bombas de los pilotos alemanes. Tras separarse de sus padres, debe ponerse al frente de sus tres hermanos y huir de la devastación; primero a Santander y más adelante a un pueblecito de los Alpes franceses, ya como «niños de la guerra».
Nos hemos entrevistado con su autor Martín Abrisketa, quien es el hijo de Martinxo. Desde niño oyó a su padre las historias que ahora narra. Esas historias oídas por un niño y contadas por el niño que era su padre se fueron engarzando en su mente como una novela de aventuras. Recuerda con cariño Zalacaín el aventurero, una de sus lecturas de la niñez, la cual le ha servido de inspiración para contarnos la vida de su padre. Así, encontramos a Martinxo jugando en los huertos en vez de acudir a los refugios durante los bombardeos alemanes a su barrio, saludando al abanderado de las escuadrillas teutonas, jugando con una bomba perdida, y viviendo una guerra dividida en “malos” y “buenos”.
No obstante la obra incluye una bis personal importante del autor, quien vivió durante mucho tiempo enfrentado con su padre, sin ninguna causa especial “Somos dos cabezotas y los dos sabíamos que nos queríamos pero no nos lo decíamos. Era un silencio agobiante y el proceso de escritura de la novela ha sido un canal para reencontrarnos”, apunta con seguridad y añade que “escribir ha sido un desahogo y una necesidad”, hasta tal punto que todo lo que le ha ocurrido desde que comenzó a escribir el libro ha sido bueno.
La novela incluye unos capítulos bises. Preguntado por ellos Abrisketa afirma que originalmente sintió la necesidad de ir escribiendo cartas a su padre alternándolas con la novela. Pero que en un punto dado, esas cartas se mezclaron con el argumento de la obra sin poder separarlas. Por eso las ha incluido como capítulos bises.
“La escritura de este libro me ha salvado” afirma con convicción. Cuando una gran crisis personal le afectó, vio que ese era el momento para comenzar a escribir esta historia, conocida desde hacía décadas, pero que no había podido iniciar antes “porque no había vivido bastante”. Comenzó la escritura un 1 de Enero dedicando dos años de escritura y año y medio de correcciones. En el desarrollo han participado tanto su padre como algunos de sus tíos, leyendo lo que escribía Martín. “Gracias a esas lecturas han aflorado recuerdos dormidos en la mente de los protagonistas”, apunta. “A mi padre se le disparaban los recuerdos y la historia estalló en colores”. Gracias a ese proceso se fueron acercando cada vez más. “Mi padre vivió el proceso como un actor entregado y ¡nos hemos acercado tanto! Que hizo que el proceso fuese muy rápido”, explica el autor.
El autor vasco admira profundamente a Pío Baroja y Bernardo Atxaga. Quería hacer una obra accesible a todo el mundo, con el lenguaje de una novela juvenil, pero con la profundidad que una tragedia familiar encierra. Por eso espera que desde los adolescentes, hasta sus padres que han tenido contacto con quienes han vivido el conflicto civil, pasando por esos ancianos que recuerdan lo vivido disfruten de esta obra tan tierna como un queso (donde nació Martinxo) y tan aventurera como podamos imaginar.
Seguro que en las próximas citas literarias es una de las obras más elegida por los amantes de la literatura, quienes se quedarán con una sonrisa de satisfacción al terminarla.