Hombres buenos, de Arturo Pérez-Reverte (ed. Alfaguara, 2015) es un genial ejercicio que mezcla ficción e historia, en el que el autor invita al lector a participar de un juego literario que homenajea a todos los hombres buenos que en España, en tiempos de oscuridad, orientados por la Razón “lucharon por traer a sus compatriotas las luces y el progreso”, y señala a todos aquellos que intentaron impedirlo. Una entretenida y reveladora novela que es también una invitación a reflexionar sobre el pasado y presente de nuestro país, de forma crítica, dura, directa, sin tapujos, sin contemplaciones, una mirada melancólica y nostálgica a lo que pudo ser y no fue en España, y a lo que es y no podrá ser, a menos aprendamos de nuestros errores.
En la novela encontramos todos los ingredientes característicos del autor, que consigue mezclar con maestría para ofrecernos una de sus mejores obras, en la que nos abre su corazón, desnudando su alma y su oficio de escritor, invitándonos a compartir la magia del proceso creativo, al mismo tiempo que nos reta a reflexionar sobre los episodios del pasado que nos han llevado hasta dónde estamos y nuestra responsabilidad por no enmendar el presente y enderezar el rumbo hacia el futuro.
El comienzo parece sumergirnos en una novela de capa y espada, con un duelo al amanecer en el París de finales del siglo XVIII y un narrador que se dispone a contar cómo esos dos personajes, con sus espadas en mano, había llegado hasta allí. Pero después el autor da un giro radical y nos lleva en un salto en el tiempo hasta la actualidad, donde le acompañamos por los pasillos de la Real Academia Española, a la que pertenece, convirtiéndose la novela en un reportaje, iniciándose así el juego del autor, mezclando realidad y ficción, jugando al equívoco, donde no falta el humor y la ironía, cautivándonos así desde el principio.
El autor detiene su mirada en una de las joyas de la Real Academia Española, los 28 volúmenes de la Encyclopédie, ou dictionnaire raisonné. Sus 72.000 artículos, 16.500 páginas y 17 millones de palabras contienen las ideas más revolucionarias de su tiempo y supusieron la mayor aventura intelectual del siglo XVIII, “el triunfo de la razón y el progreso sobre las fuerzas oscuras del mundo entonces conocido”. Al estar delante de la Enciclopedia surge una pregunta en su mente, ¿cómo había llegado hasta allí una obra que durante mucho también había estado en el Índice de libros prohibidos?
Comienza así una doble trama, dos aventuras que nos llevan de forma paralela por el pasado y el presente, siguiendo dos viajes apasionantes, entrelazados por la fértil imaginación de su autor. El primero de los viajes se desarrolla en la actualidad, y nos invita a acompañar al autor en todo el proceso de investigación y documentación para recrear el apasionante viaje de dos académicos que recibieron el encargo de traer a España la Encyclopédie, cómo pasaron los filtros de la época y lograron meterla en la biblioteca.
En esta parte el autor se desnuda ante el lector para compartir con nosotros el fascinante proceso creativo, previo a la escritura, siguiendo los pasos de los dos académicos, sumergiéndose en actas, documentos, diccionarios, informes, cartas e internet para reconstruir las vidas de los dos personajes y, después, seguir sus huellas por los diferentes lugares por los que viajaron hasta llegar a París. Asistimos a sus dificultades, obstáculos encontrados, métodos, recursos literarios usados, trucos, la sorpresa al aparecer personajes inesperados o la emoción al acompañar a los personajes por los diferentes escenarios. El autor afirma que “nada es parecido al impulso de inocencia inicial, el principio, la génesis primera de una novela cuando el escritor se acerca a la historia por contar como a alguien de quien acaba de enamorarse” y la verdad es que al compartirla con el lector consigue que éste también se enamore de la obra.
El segundo viaje nos lleva al pasado, acompañando a dos académicos, dos hombres buenos que reciben el encargo de la RAE de viajar a París y traer los 28 volúmenes a España. El Brigadier retirado don Pedro Zárate, “el Almirante”, y don Hermógenes Molina, bibliotecario de la Academia, inician así un largo y azaroso viaje, una fascinante aventura en la que descubriremos sus diferentes caracteres, sus opuestas ideologías, pero con una misión común: “traer las luces, la sabiduría del siglo, hasta aquel humilde rincón de la España culta, su Real Academia”.
Al mismo tiempo, conoceremos a dos pérfidos personajes dispuestos a reventar la aventura y arruinar el viaje, dos conspiradores que pondrán todos los impedimentos para evitar que los 28 volúmenes lleguen a España, para lo que contratarán a un sicario sin escrúpulos para que siga los pasos de los dos académicos.
El viaje de Hermógenes y Zárate nos deparará jugosas conversaciones con profundas reflexiones y reveladores debates sobre una gran variedad de temas: libertad, religión, política, cultura, fiestas, costumbres, educación, arte, moda, ciencia, honor, amor o filosofía. Pero especialmente interesantes serán las opuestas visiones sobre la razón y la fe, destacando el espíritu racional y pragmático de Zárate que contrasta con un Hermógenes que intenta tender puentes y defender “la verdadera y necesaria fe, compatible con la verdadera y necesaria razón”.
La llegada a París, la capital del mundo ilustrado, resultará igual de fascinante, permitiéndonos acompañar a los protagonistas mientras recorren sus calles, surtidas librerías, restaurantes, cafés, comercios innumerables, tiendas de ropa, etc . Un lugar donde cualquiera puede encontrar lo que se ajuste a sus gustos y aficiones, pero que también esconde una parte menos idílica y en el que encontramos los chispazos previos a la Revolución. Allí se encontrarán con serias dificultades para hacerse con los 28 volúmenes originales.
Y mientras acompañamos a personajes y autor en sus dos aventuras, asistimos al demoledor retrato de nuestro país, con reflexiones, críticas y sentencias repartidas a lo largo de toda la novela que no dejan lugar a la complacencia. Describiendo los males innatos en la naturaleza del español, señalando las oportunidades perdidas por “una nación inculta dormida entre los escombros de su pasado, suicidamente satisfecha y prisionera de sí misma” cuyos habitantes “seguimos siendo los primeros enemigos de nosotros mismos. Empeñados en apagar las luces allí donde las vemos brillar”, durmiendo la siesta “bajo la sombra de cualquier árbol, esperando que la Providencia le procure sustento y le saque de apuros”.
Y como colofón, el gran diagnóstico del mal de nuestra nación, la gran oportunidad perdida, dos siglos antes de lo narrado en la novela, la puerta cerrada a la Reforma provocando que la injusticia se acomode en púlpitos y confesionarios “desde los años oscuros de Trento, volviendo la espalda al futuro, allí siempre nos equivocamos de Dios y de enemigos…”