El juego sigue sin mi de Martín Casariego fue el libro ganador del Certamen Premio Gijón de literatura en el mes de septiembre. Ahora se ha presentado en sociedad como no podía ser de otra forma en el Café Gijón de Madrid.
Martín Casariego, hermano de Pedro y Antón forma parte de una familia de escritores, poetas y pintores. Su literatura ha sido muy valorada. En su trayectoria hallamos premios y entre sus trabajos están el de guionista, articulista, la autoría de artículos de viajes por lo que tiene lectores fieles, con muy buena formación literaria, que no solo leen sus novelas sino todo lo que publica. Decido a su formación en su escritura abundan las citas literarias sin llegar a ser plomizo o cargante en momento alguno.
El Ayuntamiento de Gijón sigue apostando por la cultura con el mantenimiento de este premio, tanto este año como para la edición sucesiva lo cual es de agradecer en los tiempos que corren donde la cultura se va por la alcantarilla cuando los recortes entran por la puerta.
El juego sigue sin mí es una novela de género de aprendizaje, de formación, de enseñanza; pero Casariego la lleva mas allá del genero. La razón es obvia: podía correr el riesgo de caer en los estereotipos. Sin embargo, el autor se adentra en cierta línea cercana al thriller y el suspense para sacudirse esos clichés. Casariego tiene un excelente manejo de los diálogos debido a su formación de guionista y ha sido capaz de captar el ambiente coral de grupo, en este caso chicos de instituto, y los sentimientos entre ellos.
El protagonista tiene 23 años desde los que rememora los trece y parte de los catorce. La historia nace y termina con el personaje deslumbrante de Raí. La admiración es algo normal, incluso muy necesaria en ese momento de la juventud. Desde el momento en que lo vio por primera vez quedo marcado para él. En ese recuerdo ve a cámara lenta a Raí cruzando en diagonal el patio del instituto con la guitarra a la espalda, ni lento ni rápido, conocedor que es alguien con un aura especial. Cuando sus padres le píden a Raí que le dé clases de apoyo al protagonista (podéis llamadme Ismael, dice al principio) se establece entre ellos una relación muy especial, de aprendizaje vertiginoso de la mentira, la traición, el dolor, la infelicidad, las reacciones amorosas. Y en otro ámbito el conocimiento y el afecto por libros, personas, música, todo de forma frenética y visceral. Incluso el aprendizaje de la resignación. La resignación es la única forma de sobrevivir aunque siempre se muere algo cuando uno se resigna.
Raí aporta el soporte de ese aprendizaje con libros, Leopardi, Hesse, música Lou Reed, Elton John, cómic. Necesita llenar ese vacío de la madre que dio su vida cuando nació con todo aquello que a su ella le atraía, lo que sentía como su legado.
Escrito de forma delicada y sutil con un rastro de poesía e intensidad, cada uno de estos soportes aporta nobleza espiritual a la obra. Sin embargo, el suicidio flota por toda la novela debido por los personajes ausentes que como fantasmas sobrevuelan la novela. Todos, muertos y vivos han tenido o tienen que adaptarse o desfasarse. Cuando los personas no lo superan o se resignan o se suicidan.
Martín maneja muy bien el misterio, envuelve ciertos enigmas en brumas que acaban convirtiéndolo en mito tras solo quedar el eco en la memoria de Ismael que lo recuerda.
Buen sismógrafo social emocional y generacional ha sido capaz de afinar mucho en unas edades que están desdibujadas al llevarse unos personajes con otros pocos años incluso pocos meses dibujando perfiles diferentes para cada una de sus edades. También están los padres con sus diferentes grados de maduración, familias desestructuradas, crisis de la mediana edad, etc.
La pretensión del autor ha sido llegar lejos, lo más lejos posible, te quedes donde te quedes. Ha pretendido y conseguido hacer una novela de aprendizaje que nos marque. Una novela de adultos accesible a lectores de 16 o 17 años sobre los que pueda ejercer influencia. Algo semejante a El Sueño de los héroes, o El guardián del Centeno. Una obra que pueda compartirse con personas de otras edades, del salto de la literatura juvenil a la adulta.
Sobre el titulo explica que fue una casualidad que dice poco de su inteligencia. Primero pensó en Una educación, pero tenía un plan b que ahora ni recuerda. Cuando la editorial le llamó para negarle la primera, su mujer le indicó a ultima hora que este título estaba en la cita de su hermano Pedro, al que siempre homenajea al escribir y ahora, desde la perspectiva, cree que es el que dice mas de la novela.