Maurizio Cucchi: el consuelo del paisaje
Por José de María Romero Barea
El narrador del poema no puede seguir adelante. Tampoco se resiste a ello. El lugar sustituye al mito. La vicisitud se torna existencia: “En el fondo es posible desnudarse / también en presencia de terceros” (p. 25). El autor tradicional desaparece. El discurso se apoya en las transiciones, las diferencias, las sobras. El sujeto no significa. Paradigma de la inexpresividad tonal, el poema se convierte en una explosión de sonido atrapada entre gritos y suspiros: “De manos cruzadas. / Concentración… a la ventana…/ una silla. Fuera el descampado… los tejados…/ por el huerto… en verano la siesta.” (p. 29).
La poesía de Maurizio Cucchi (Milán, 1945) logra conciliar un profundo amor por el lenguaje con una profunda desconfianza. El tono del poeta italiano es coloquial. Su estilo rechaza el exceso y la extravagancia retórica, deja que las descripciones y yuxtaposiciones de sus poemas hablen por sí solas, sin aleccionar o intimidar, sin privilegiar una voz o un estilo determinado.
Su poemario El desaparecido (Vaso Roto, 2014) plantea el problema de la fricción entre la autobiografía y la impersonalidad, el ocultamiento y la exposición, la narrativa y la lírica. En sus poemas, el verso parece a punto de romperse. Su discurso rechaza la proyección del sujeto sobre el fondo de un discurso racional. La comunicación es un problema en sí mismo. En su poesía el lenguaje no basta. El poema es un ente lingüísticamente imposible.
Los fragmentos son tan esquivos como alusivos: densos, con ecos literarios y políglotas juegos de palabras, son largas composiciones que han pasado por la trituradora del intelecto. La composición “Confesión íntima” se basa en patrones rítmicos con los que el lector sigue jugando en su mente, una vez terminada la lectura, como si fueran pequeños bucles de memoria: “… Quién sabe por qué / anoche en la cama, apagadas las luces, la cabeza hundida en la almohada, habría jurado / escuchar como cric crac / en la cocina.” (p. 49).
Cucchi consigue manejar las distintas voces narrativas en su cabeza, se convierte a sí mismo en el interlocutor del poema, los dos susurran juntos en la oscuridad de la página. El discurso poético de “Juego de azar” no tiene objeto: “Pero al grano: / así que gritos, un vuelo sobre el pavimento / de lujo, lámparas, crupieres, fichas. Y luego los disparos” (p. 75). En “Agenda escolar”, la inmersión lingüística se apoya en un sistema de diferencias, se desdibujan significantes y significados: “Hambre, ya casi, el picoteo del rosario en grupo, / el via crucis al atardecer, como una cantilena, los compañeros / distraídos, desparramados. Luego correr, jugar” (p. 89).
La decisión de poner fin al poema “Primera parte de una aventura” sin un punto final, devuelve al poema al vacío del que procede, tras haber entrado en fibrilación. El narrador de “En tren” es un ser angustiado, en crisis irreversible: “Ríete… ríete… de mi cara hipócrita, venal, / apenas cruzo la puerta. Quieto ahí, / aún dócil, disfrazado, dan ganas de abofetearlo, / falso profesor de religión. Recto, almidonado, molesto / por un tic, le pican los pantalones” (p.107).
Los fragmentos se acumulan, creando un caleidoscopio de escenas e incidentes, una amalgama de interlocutores. Se privilegia la fractura del discurso. El sustrato estructural es inestable, la fractura formal favorece la descentralización de la narración: “Había, sobre la mesita, una gota almibarada / verde intenso. Y la picadora de hielo… La operación, / en definitiva, la había seguido yo, cínicamente… Por inercia, / o desinterés, con lentitud crónica…” (“Relato”, p. 131). Lo anti-experimental deviene en crisis de la lingüística y la representatividad: “Sin el consuelo del paisaje; ni, en la carretera, subtítulos o música de fondo; escenario, ámbito // vacío, vulgar, indiferente…” (“Competiciones”, p. 123).
El poemario El desaparecido (1976), ha sido considerado el paradigma de la despersonalización del sujeto poético en la poesía italiana de finales del siglo XX. Cucchi es un escritor excepcional y prolífico. Ha publicado una docena de libros de poesía, tres novelas y traducciones de Stendhal, Flaubert y Mallarmé al italiano. Escribe para diversas revistas. Ha recibido numerosos premios, incluyendo el Premio Viareggio y el Premio Montale.
Volumen seminal de una serie, en El desaparecido se pueden rastrear los patrones del ADN estilístico del poeta italiano. Los editores ha hecho un excelente trabajo en la presentación de los textos, descosiendo las intricadas historias textuales en el epílogo y complementándolas con una generosa selección de notas. El poeta y traductor Juan Carlos Reche (Córdoba, España, 1976) consigue trasladar a un castellano diáfano los complicados patrones lingüísticos del poeta italiano, su enfrentamiento entre realismo y visión onírica, sus alusiones literarias y citas.