Quien ha escrito: “La belleza es una impostura de la sombra” se convierte para mí como lector, de inmediato, en sospechoso. Pero entiéndase aquí sospechoso en sentido positivo, a saber: detrás de esa frase tan alusiva hay introspección, hay capacidad de evocación, hay una provocación pensante difícil de eludir. Características todas ellas que hacen bueno al lector (también supone exigencia, implicación, pero qué buen lector renunciaría a un desafío así)
Pues bien, este nuevo libro de tal autor, Fernando Menéndez, no viene sino a corroborar la constructiva sospecha a que se ha aludido. Leamos si no: “todo poeta secreta algo inhumano”, y hallamos un ejemplo de la sustancia de la contradicción que ha de animar a todo buen escritor; “Entre las nubes desleídas y deshiladas viven los sueños”, y hallamos un ejemplo de sencillez lírica que penetra, no obstante, en el calor inconsciente del que escucha; por no citar esta especie de anatema que alude, al modo griego, a lo humano como paradigma de tragedia: “Solo como posible se es trágico”
He aquí, pues, hasta qué punto no ha de ser en vano, nunca, ese delicado ejercicio de leer, donde, convengamos, la mejor enseñanza que se guarda es aquella de que en todo mirar se ha de mirar adentro, en todo sentir se ha de poner el empeño decidido de los sentidos, en toda valoración del tiempo la mejor unidad de medida es la relatividad de todo.
No resulta fácil, es cierto, la lectura, por cuanto aquí es como si el autor –que ha trabajado con silencioso celo y duro empeño, seguro, cada fragmento significativo, de los que está lleno este libro- reclamase en todo momento que quien leyere esté a su lado y le siga, pero es cierto también, que, ante la nube ‘culturetista’ que nos invade y enmaraña y agobia con su trivialidad, ‘respirar’ este texto con mesura es como acceder a lugar donde cada poco de aire es nutriente, fértil cosecha de identidad, de individualidad.
La estructura del libro es, para mayor riqueza, varia en la temática (‘Bajo lienzos de Rothko’, ‘Graffitis’, ‘MultaPaucis’, ‘Pintadas’, ‘Aforismos en Re.Mi bemol.Do.Si’), si bien complementaria entre sí, lo que hace del ejercicio de leer también un juego, un animado viaje en el que, en el lugar menos previsible, aparece algo distinto, algo relevante; tal vez lo inesperado, si bien deseado.
Leer, nunca mejor dicho, es vivir