Con W de Whisky (ed. Tusquets, 2015) la escritora norteamericana Sue Grafton continúa su aclamada serie del Alfabeto del Crimen, protagonizada por la detective Kinsey Millhone y que se desarrolla en la década de los ochenta. Como suele ser habitual, la novela no solo no defrauda, sino que la autora alcanza techo con una historia compleja en la que su protagonista tendrá que enfrentarse a aspectos escondidos de su pasado.
Con el estilo fresco y desenfadado habitual de la serie, la protagonista se presenta para todos aquellos que se acerquen a las novelas por primera vez y para refrescar la memoria de los seguidores. Investigadora privada de 38 años en la población de Santa Teresa, inventada por la autora.
Kinsey no es una detective al uso, va tirando a base de “buscar a personas desaparecidas, investigar antecedentes, localizar a testigos y entregar alguna que otra citación judicial. De vez en cuando contratada para encontrar documentos incriminatorios en disputas legales, financieras o inmobiliarias”. Su filosofía de vida la resume de esta forma: “Creo en el orden público, la lealtad y el patriotismo, valores anticuados que a muchos les parecerá pasadísimos de moda. También en ganarse la vida honradamente para pagar sus impuestos, hacer frente a sus facturas mensuales y ahorrar lo que puede en un plan de pensiones”.
La novela tiene un sugerente comienzo: “Dos muertos cambiaron el curso de mi vida aquel otoño. A uno de ellos lo conocía, mientras que al otro lo vi por primera vez en el depósito de cadáveres”. Dos muertes que, en apariencia no tienen nada en común. El primero de los fallecidos es Pete Wolinsky, detective privado carente de escrúpulos, amoral, desorganizado e irresponsable con el dinero que ha sido acribillado a balazos. El segundo de los muertos tiene una historia más compleja y la protagonista nos invita a “descubrir los hechos tal y como ella los descubrió, paso a paso y de sorpresa en sorpresa”.
La invitación resultará imposible de rechazar y de su mano, con su relato en primera persona cercano y distendido, iremos conociendo todos los detalles sobre su investigación para descubrir la identidad del fallecido, un sin techo aparecido muerto en la playa con el nombre y el teléfono de la detective escrito en un papel guardado en su bolsillo. Las investigaciones de Kinsey se desarrollan en medio de su vida normal, mientras lidia con los problemas cotidianos, tareas domésticas y trabajos rutinarios. También con los problemas familiares de Henry, su anciano amigo y casero, y con un gato callejero juguetón e inquieto.
La narración de Kinsey se alterna con el relato que tiene como protagonista a Pete, meses antes de su fallecimiento y que comienza con un caso de carácter doméstico, en principio no muy complicado y que será el punto de partida y desencadenante que culminará con su muerte. De esta forma seguiremos los pasos de Pete y los Kinsey, mientras investiga sobre la identidad del sin techo y la enigmática relación que pudiera tener con ella. La quisquillosa, escéptica, astuta y persistente detective comenzará a investigar sin sospechar que sus pesquisas van a tener graves consecuencias e irá recopilando datos que formarán un sorprendente y revelador cuadro que le mostrará cómo “a veces un detalle menor pero trascendente puede acabar por trastocarlo todo”.