¡Qué hermosas las palabras cuando, una vez elegidas, son dichas con elegancia, con sentimiento intencionado de amor!: “Una mano tomó la otra/ le dijo no te escondas/ le dijo no te cierres/ le dijo no te espantes”
El discurso de amor es probablemente uno de los discursos más difíciles que pueda darse en la literatura (¿solamente en la literatura?), tal vez por ello cuando el poeta sabe hacer llegar al lector palabras que equivalen al sentir que el amado tiene depositado en la amada, el decir se transforma para convertirse en armonía, en trascendencia casi religiosa, en connivencia y afinidad hacia todo lo creado: “Una mano tomó la otra/ puso un anillo al dedo/ puso un beso en la palma/ y un puñado de amor”
El receptor del amor, entonces –y el propio lector en una sinergia implícita por la calidad de lo leído y su estar propio en el texto- se siente no solo honrado, sino elevado de sí hasta adquirir una percepción del bien y la belleza más allá de cuanto por sí podría sospechar. Las palabras, así, adquieren un don que transforma la realidad en sueño sin dejar de ser del todo realidad, y la literatura florece tal como la amada había deseado comprobar desde siempre con los ojos y con el corazón: “Las dos manos se tomaron/ levantaron una fuerza/ para tirar paredes/ para abrirse los caminos”
Tal vez cabría decir, incluso, que el original aquí traducido resulta más seductor teniendo en cuenta que procede de una lengua de excluidos, de una lengua minoritaria que ha sido obligada a ocultarse, más, por ello, hacerse más propia y sincera. Una forma de salvar su propia identidad.
Lo que recoge el presente libro de esta poetisa, en título tan acertado y sereno como es ‘El color del tiempo’ es una serie de cantos de amor escritos en lengua sefardí, aún hoy vigente en algunos núcleos judíos, y que tuvo en España su origen hace ya unos siglos. Más he aquí que el tiempo no cuenta cuando el decir es tan delicado que es mensaje de amor; de ese entrañable sentido que tiene la soledad: “El vestido agujereado de tu alma/ dejó/ caer/ una lágrima colorada como vino/ lágrima de vino/ de olvido/ estás solo/ dame tu mano”
Precisa y clara la traducción de Ernesto Kavi, lo que ayuda a apreciar con mayor agrado el discurso.
Clarisse Nicoïdski nació en Lyon en 1938 y murió en París en 1996. La crítica la considera unánimemente como la poeta de lengua sefardí más importante del siglo xx. Su obra marcó decisivamente a varios poetas hispanoamericanos, en especial a Juan Gelman, y al español José Ángel Valente. Sus poemas han sido publicados en diversas antologías de Francia y España. Fue, además, una importante crítica de arte y una reconocida novelista. Por su primera novela, Le désespoir tout blanc, recibió el Premio de la Academia Francesa en 1968, y por su libro autobiográfico sobre los años de la Ocupación, Couvre-feux, recibió el Premio de las Lectoras de la revista Elle. Sus libros han sido traducidos al español, inglés y alemán. Su obra poética, hasta ahora inhallable, se reúne aquí por primera vez en su totalidad. – See more at: https://www.sextopiso.es/7659-clarisse-nicoidski/#sthash.X9U8kjNP.dpuf
Ficha técnica
Traducción: Ernesto Kavi
Páginas: 120 Precio: 16.00 €
El color del tiempo reúne por primera vez la obra poética completa de Clarisse Nicoïdski, una de las escritoras más delicadas y secretas de lo que alguna vez fue nuestra lengua. Su obra está escrita en sefardí, el antiguo español que hablaban y conservaron –casi intacto– los judíos al momento de su expulsión de España. Los poemas de Nicoïdski son una parte de la oscura raíz de donde nace nuestro idioma, a veces dulce, a veces amarga; son la memoria de lo que pudo ser, de lo que fue arrojado al exilio o a la hoguera. Una lengua calcinada donde aún arde un invisible fuego; un paréntesis en la historia; un temblor del tiempo.
El sefardí, a pesar de lo que dicen lingüistas y críticos, no está muerto. Al igual que la infancia, al igual que el paraíso perdido, surge cada día, como un remordimiento, como el más hermoso recuerdo, o como una presencia oculta en la memoria de nuestra lengua. Estos poemas son la prueba. Estos poemas son algo de lo poco que nos queda, los restos, el esplendor, de nuestro paso por el paraíso.