El debut de Lluís Llach como novelista con ‘Memoria de unos ojos pintados’ resultó ser un conmovedor ejercicio de militancia centrado en la vida de unos vecinos de la Barceloneta convulsionada por la Guerra Civil. Un comienzo que, por coherencia con la trayectoria del cantautor y cumpliendo las expectativas de sus seguidores, no podía sino mostrar los anhelos y sufrimientos de sus personajes con música de fondo de ‘A las barricadas’ o ‘Els segadors’. Tras este inicial desfogue, su segunda novela desplaza el punto de mira sobre las grandes fortunas de la Cataluña rural, convirtiendo en protagonista a una familia que sustenta su riqueza en la explotación de sus viñedos y el mantenimiento de aquella en su capacidad de adaptación.
En realidad serán tres mujeres de tres generaciones sucesivas las que sostendrán el patrimonio familiar representado por el palacio de la Principal y sus ricos terrenos, cuya suerte será también la de la propia familia. La acción se desarrolla durante unas pocas jornadas del mes de Noviembre de 1940, cuando un inspector de policía llega al pueblo para continuar la investigación de un crimen cometido el día del Alzamiento y que la guerra dejó sin esclarecer. La víctima fue capataz de Maria Roderich, madre de la actual Señora de la Principal, Maria Magí, y abuela de Maria Costa de cuya vida y negocios derivados de la herencia darán cuenta las páginas de la parte final.
Iremos conociendo la historia de la familia a partir de los recuerdos de diversos personajes, en especial los de la anciana nodriza Úrsula, al servicio de la casa desde los tiempos de los padres de Maria Roderich. A través de ellos asistiremos a la ruina que supuso la pérdida de las viñas por culpa de la filoxera, comprenderemos la turbación de Maria Magí al descubrir unas escabrosas relaciones, y seremos testigos indignados de los enfrentamientos entre hermanos por la herencia familiar. Paralelamente, los interrogatorios del inspector mantendrán la tensión de una trama en la que sucesivas vueltas de tuerca intentan hacerla menos previsible.
El autor catalán aprovecha el momento histórico elegido para añadir un suplemento de dramatismo con la indefensión de sus protagonistas, a merced de la prepotencia de los vencedores y de sus aliados: un clero especializado en perpetuar la sumisión de la mujer, y en negar hipócritamente su sexualidad tanto como la de aquellos que pudieran mostrar aberrantes desviaciones. Pero también nos ilustra, a través de las decisiones de sus personajes, sobre los movimientos de los capitales latifundistas hacia los grandes centros urbanos, responsables de la formación de la poderosa burguesía catalana. Aunque, al ponderar el valor, el coraje y la independencia de las mujeres de la Principal, se nos recuerda que estas gozaban de unos privilegios que otras más humildes no tenían: los que van asociados al dinero y al poder que este otorga. De igual forma, se cuestiona en el texto la limitada revolución sexual que, décadas después, pareció culminar un difícil proceso de liberación.
Es el estar atento a esos detalles junto a la naturaleza de la historia de amor que plantea, lo que hace diferente la novela de Llach de otras sagas familiares afines.