Después de triunfar en las redes sociales y en el mundo de la auto publicación, nos llega en papel La vida es suero (ed. Plaza & Janés, 2014) una mirada divertida e irónica al mundo de la enfermería de la mano de Enfermera Saturada, pseudónimo bajo el que se esconde la enfermera Saturnina Gallardo. Un libro que se presenta como un fenómeno editorial “más adictivo que el Lorazepam”.
La autora se define como “una enfermera española que busca su hueco en la sanidad. Sus turnos empiezan en planta, baja a uci, sube a prematuros y termina en urgencias. Esta enfermera se maneja como pocas en las redes sociales, desde donde cada día decenas de miles de personas ven cómo repasa, con humor y descaro, la actualidad de su hospital, de cualquier hospital de España”.
Saturnina nos abre las puertas de las entrañas de la sanidad después de trabajar en geriátricos, mutuas, centros de salud y hospitales de toda España. En una época de crispación provocada por la crisis y los recortes, se hace necesario un libro que nos haga mirar hacia este mundo de forma irónica con un sentido del humor, en ocasiones negro, que nos ofrece una entretenida y divertida lectura. Todo un lujo en los tiempos que corren.
A pesar del humor con el que la autora retrata su profesión ya en las primeras páginas declara que pertenece a “una de las profesiones más bellas del mundo” aunque no por ello deja de ser una especie rara, extraña, con unas peculiaridades y excentricidades que se dispone a reflejar con total sinceridad y sorna. Y es que divertirse viendo cómo la gente compra en las farmacias o entretenerse en la playa analizando las cicatrices en los cuerpos de los bañistas no es algo que pueda considerarse normal.
A continuación se dispone a compartir con el lector el discurrir de su día a día, las peculiaridades de su uniforme de trabajo, los turnos, cómo desenvuelve con las compañeras, los pacientes, una fauna hospitalaria que desfila por las páginas del libro como si estuviéramos asistiendo a un documental de la 2. Y así, en pocas páginas, la autora nos cautiva con un estilo desenfadado, directo, sin tapujos, en el que la pasión por la enfermería se eleva sobre la precariedad de medios y deficiencias del sistema sanitario, algo que no escapa a la reflexión y a la mirada de una autora que, no por ello, pierde el sentido del humor.
Y como aperitivo, este Decálogo de Enfermera Saturada en el que encontramos reflejada la esencia de este divertido y ameno libro:
1. La vena buena siempre está en el otro brazo
2. Verás que te falta el tapón cuando ya tengas canalizada la vía
3. Un timbre de noche nunca suena solo: si uno suena, otro se le sumará.
4. El paciente que más protesta es el que mejor está.
5. El apósito del tamaño adecuado no existe
6. Hay dos tipos de esparadrapo: el que no se pega y el que no se puede despegar
7. Si sólo llevas un tubo de analítica, será el que ha perdido el vacío.
8. Nunca creas lo que el paciente dice que le ha dicho el médico.
9. El cajetín de medicación del paciente de la última habitación siempre vendrá mal.
10. Nadie que llama al timbre lo hace por algo urgente.