Las memorias de Anthony Blunt, personaje en cuya vida está inspirada esta novela, fueron expuestas a la luz pública por primera vez en 2009, en la Biblioteca Británica, que ha sido su depositaria desde la muerte de Blunt, en 1983. Banville, que publicó esta novela en 1997, se ha basado, pues, en otras publicaciones para desarrollar el personaje central personaje así como los miembros del famoso Círculo de Cambridge, del que surgieron los espías que han sido origen de diversas novelas y películas. De hecho, al final de la novela se incluye una bibliografía que el autor ha consultado o tenido en cuenta a la hora de escribir la novela.
Narrada en primera persona a partir del momento en que es deshonrado públicamente por haber traicionado a su país, Victor Maskell, a punto de cumplir 72 años, decide empezar unas memorias, recordando y contando su vida…a su manera; mientras una supuesta periodista, la señorita Vandeleur, toma notas y le escucha a lo largo de un año. Habituado a llevar una doble o triple vida, a ocultar tanto la condición de espía como la de homosexual, haciendo equilibrios entre la colaboración con los rusos y su actividad en el Departamento de Exteriores, el cargo de conservador de la Pinacoteca Real británica, Maskell vive una existencia en constante desasosiego y sin embargo, el peligro le excita, casi tanto como la contemplación de los cuadros de Poussin, el pintor que más admira desde su juventud, y de quien conserva toda su vida un pequeño cuadro, La muerte de Séneca, que llega a convertirse en un fetiche para él. “Desde el principio -afirma el protagonista narrador- vi en Poussin a un paradigma de mí mismo: la vena estoica, el afán de tranquilidad, la fe inquebrantable del poder de transformación del arte”.
os recuerdos de su infancia en Irlanda del Norte, (esta es una de las licencias de Banville) las relaciones juveniles de la época estudiantil, la guerra, el viaje a Rusia, sus andanzas londinenses y los primeros contactos del espionaje, la relación con el arte, leit motiv de su vida, así como la paulatina asunción de su homosexualidad, su curioso matrimonio, los hijos…todo ello es barajado por el autor para intercalarlo en un simulacro de memorias.
El libro está dividido en tres partes. La primera, que habla de su infancia irlandesa, el drama de su hermano Freddie, deficiente mental, sus años en Cambridge, y cómo conoce a los amigos que determinarán el curso de su vida, el descubrimiento del socialismo, etc., “España, los kulaks, las maquinaciones de los trotskistas, -reflexiona Victor- la violencia racial en el East End: qué arcaico parece todo eso ahora, casi pintoresco, y, sin embargo, con cuánta seriedad nos tomábamos a nosotros y a nuestro lugar en el escenario del mundo.” Esta parte acaba con la boda de Victor y Vivienne, hermana de su adorado (pero heterosexual) Nick Brevoort. Una boda bastante incomprensible. Toda la relación con Vivienne queda muy en segundo plano, como una pequeña parte del telón de fondo.
La segunda parte aborda los primeros contactos con las redes de espionaje y contraespionaje, el viaje a Rusia y los amigos comunistas, (“Eso es algo que me asombra todavía, -se dice a sí mismo-que yo pudiese haberme entregado a una ideología tan esencialmente vulgar”), el comienzo de la guerra y el brutal bombardeo de Londres…y acaba con la muerte de su suegro y editor, hecho que coincide con otro más importante y crucial para él: su inicio sexual con otro hombre, en pleno bombardeo. Esta parte tiene una fuerza impactante; sin embargo, está narrada con suma delicadeza.
En la tercera parte se explaya más con su homosexualidad: habla de su relación estable con Patrick, las múltiples relaciones ocasionales y promiscuas en las que se ve envuelto, una vez asimilada su condición sexual. Cuenta también cómo entra al servicio de la Corona, convirtiéndose en el conservador de la pinacoteca real, su trabajo como director en el Instituto Warburg como sus clases en el Courtland, -que también dirigió-, las distintas actividades como espía, aunque narradas muy someramente, sus lejanas y gélidas relaciones con su esposa e hijos, los años cincuenta y la Guerra Fría, y finalmente va acercándose a la época más contemporánea en la que trata de averiguar quién le ha delatado, desenredando una enmarañada madeja de sospechas.
La historia, si bien esta muy inspirada en Blunt, no es en modo alguno una biografía, (de hecho, se toma grandes licencias respecto a su vida privada) es una novela, tengámoslo en cuenta. Una ficción que baraja la intriga con la introspección psicológica. Consigue reflejar el clima que reinaba en esos años, tanto los previos a la Segunda Guerra Mundial, como los años de guerra propiamente, y el marasmo en que se movían esos jóvenes provenientes de un alto nivel social escorados, sin embargo, hacia la ideología izquierdista; el ambiente turbio y siempre movedizo del espionaje, y la perturbadora obsesión sexual que le domina y que parecía contagiosa en esos círculos, así como el alcoholismo como vía de expulsión de los demonios interiores. “Éramos –afirma Maskell- la última hornada de gnósticos, éramos los guardianes de un conocimiento secreto, para quienes el mundo de las apariencias era únicamente una zafia manifestación de una realidad infinitamente más sutil, más real, solo conocida por unos pocos elegidos, pero cuyas férreas e ineluctables leyes actuaban en todas partes.(…) Por eso podíamos gastar bromas en cualquier sitio y beber toda la noche y reírnos como tontos, porque debajo de toda nuestra frivolidad obraba la firme convicción de que el mundo debía ser cambiado y éramos nosotros los únicos que lo podríamos llevar a cabo.”
Todo ello conforma una novela interesante, atractiva, muy bien escrita, cuidando los saltos en el tiempo, los vaivenes psicológicos del personaje, entre los vapores de alcohol y sábanas sucias, entre las frías salas de Windsor y los oscuros pasillos del Departamento de Exteriores, incluyendo unas interesantes reflexiones sobre el arte y sobre la vida. En el protagonista se da una confluencia entre el esteticismo, las maneras elegantes y frívolas de su persona y el brutal contraste con su vida sexual, un mundo sucio, vulgar y peligroso. Si al ello le mezclamos la actividad del espionaje, el resultado es explosivo.