La vida común, incluso la vida propia, es anodina y regular, corriente y sospechosamente banal; a veces incluso pudiera parecer innecesaria por su trivialidad. Ahora bien, ese efecto es solamente el que produce la superficie; ese sería ‘el paisaje de la hoja silenciosa’ como diría el poeta, un referente parcial, pues lo cierto es que, a un mínimo de incitación, nadie renunciaría jamás a un ápice de su pertenencia, de su participación en esa vida propia. Cada cual valora y defiende su yo, acaso porque sabe
mejor que nadie que la apariencia es una falacia; que, como la hoja, la vida aparente se alimenta de raíces profundas que beben en las fuentes más ignotas, en los sueños más audaces, en los silencios más sobrecogedores.
El libro de Banville equivale, en algún modo, a esta revelación. Un ex actor narra su propia vida a través de los acontecimientos triviales. Él, su mujer y su hija conflictiva y ausente suman unas raíces llenas de vida agria y a veces feliz. Se trata de un libro magníficamente escrito, con ritmo, tensión e inteligencia inusuales. Pienso que estamos ante un escritor a tomar en consideración por sus más que acuñadas virtudes literarias a pesar de lo relativamente escaso de su obra.