Una de las actividades donde más desarrolló su labor literaria el señor de las letras don Álvaro Cunqueiro (natural del valle de Mondoñedo, a donde llega, algunos días de invierno, el sonido del rudo mar Cantábrico hasta los muros de su clerecía) ha sido en los medios escritos de publicación regular, ya fuesen éstos periódicos o revistas. Y para ello haciendo uso de sus dos lenguas matrices: el gallego y el castellano.
En este caso es el idioma castellano el que utiliza, pues este libro recoge, minuciosamente ordenado y compendiado por el prof. Luis Girgado, las colaboraciones que don Álvaro remitió a la revista Sábado Gráfico entre los años de 1956 a 1983. A pesar del idioma elegido la factura literaria siempre es impecable, pues el autor manejaba con soltura y donaire tanto uno como otro (¡un ejemplo de democracia intelectual y lingüística!); cambia, si acaso, lo propio de cada lengua: cómo se mira lo observado, y, sobre todo, cómo se piensa lo narrado.
Estamos, sin duda, ante uno de los estilistas más brillantes de nuestras letras, por lo tanto no resulta difícil elegir un ejemplo que avale la gracia y el ritmo poético de su prosa: “Pues bien, sigamos los gallegos con nuestra fama de ricos en brujas. Que, además, se sospecha siempre que se trata de horribles viejas, como las del coro macbhético de la comedia bárbara de don Ramón María del Valle Inclán. Y no, que las hay mozas, y bien garridas, como aquella que yo admiraba en un cuadro de Antoine Wierz, en la exposición Les Sorciéres, en la primavera de 1973, en la Biblioteca Nacional de París”.
Desde artículos como ‘La sardina y el gallego’ hasta ‘El uruguayo parlante’ el lector puede recrearse de verdad en la fantasía, en el humor, en la delicadeza verbal que Cunqueiro nos legó. Una suerte lectora que, en su memoria, recoge quien fue el director de la revista destinataria de su labor creadora cuando recuerda al autor (y a alguno de sus libros) con cariño: “Pocas veces me puedo permitir el lujo democrático y sindicalista de estar deprimido. Entonces, ‘Las mocedades de Ulises’ o sus apenas desvelados tratos con Merlín me llevan a suponer que el ser humano es algo mejor de lo que parece” .
Considero que no hay riesgo, sin embargo, si la lectura se extiende a cualquiera de los trabajos incluidos aquí, como la narración de la batalla celestial: “Pero nos quedamos sin conocer de boca del propio Lucifer las grandes razones que le movieron a la guerra contra Dios (…) También nos quedamos sin saber las razones de los ángeles que, capitaneados por Astaroth, decidieron permanecer neutrales en la contienda. Yo me los imagino sentados en una nube a poniente, dispuestos a presenciar la gran batalla, con Miguel en el ala derecha que se extendió en una fiesta de alas y relámpagos hasta envolver la izquierda enemiga y destruir el centro”.
Una descripción que da gloria.