El hombre que perseguía al tiempo (ed. Lumen, 2013) es la nueva novela de Diane Setterfield, autora de El cuento número trece. Con un ritmo calmado, un estilo preciso y cautivador, nos va envolviendo con una trama de misterio y secretos, una fábula sobre la ambición y la inevitable presencia muerte que evoca a las obras de Dickens.
El protagonista de la novela es William Bellman, quién a punto de morir recuerda un episodio de su infancia, aparentemente intrascendente, pero que marcó toda su vida. Poco después de cumplir los 10 años, Will se ganó la admiración de sus tres amigos al conseguir derribar con su tirachinas un grajo que parecía inalcanzable. Se sentirá orgulloso por su hazaña a la vez que inquieto por una extraña sensación que se despierta en su conciencia, pero que rápidamente se esfuerza por olvidar, naciendo así una constante que le acompañará el resto de su vida.
Los recuerdos de Will le llevan a tiempo después, con 17 años, convertido en un joven atractivo, jugador y mujeriego. Su tío Paul le toma bajo su protección y le ofrece trabajo en su fábrica de tejidos. Allí descubriremos la faceta brillante y trabajadora de Will, un joven con un entusiasmo sin límites y con gran facilidad para meterse en problemas y también para salir de ellos. Su cerebro funciona como una máquina perfectamente engrasada con capacidad para solucionar cualquier tipo de problema, por lo menos es lo que él cree…
Poco a poco iremos conociendo las circunstancias y secretos de la familia de Will, mientras este vive sumido en una espiral de éxito, con un espíritu activo, ambicioso y lleno de vida. Creyéndose inmune a las desgracias y los problemas que atormentaban a los que le rodeaban, un extraño personaje se cruzará en su camino, al mismo tiempo que la sombra amenazante de la muerte y del inexorable paso del tiempo se cierne sobre su vida.
A partir de aquí iremos descubriendo cómo los fantasmas del pasado de Will vuelven para pedirle cuentas a pesar de sus esfuerzos por enterrarlos, además de demostrarle que hay cosas contra las que resulta imposible luchar. Esta es la base argumental de una novela en la que la autora consigue engancharnos desde el principio con una prosa que se saborea página a página y una atmósfera de misterio que se va apoderando de la historia.
No hay grandes giros argumentales, ni un ritmo frenético, la narrativa de Setterfield nos seduce de forma sutil, sin aspavientos, pero logrando que nos sumerjamos en la lectura, cautivándonos de principio a fin con un puzle narrativo cuyas piezas van encajando de forma pausada hasta componer un acertado cuadro final.